Page 78 - José de la Riva Aguero - Vol-1
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Volumen 1
Documentos varios
ha conocido lo imposible que es el que en la ciudad pueda haber revolución,
porque en cada persona noble encuentran un enemigo formidable, que con
sus bienes, su influxo, su respeto, y demas relaciones que son consiguientes, se
oponen é impiden necesariamente todo trastorno, en que precisamente deben
ser victimas. Por esto pues, caminando bajo de estos datos, algunos sediciosos
han puesto en execusion los planes mas analogos para destruir esta oposicion,
bien hacienda que el gobierno debilite su energia para con ellos, ó bien que
el mismo gobierno caiga en formar sospechas de los que tienen tanto ó mas
interes que el propio Gobierno en la tranquilidad del pais; y que naciendo pre-
cisamente persecusiones á la nobleza, pueda esta al cabo convertirse en contra
del Gobierno. Este infernal arvitrio lo vemos pues executado; pero el mayor
dolor es verlo realizado de un modo tan bien meditado, que se conoce haber
en esto un plan convinado entre algunos hombres de luces que ayudan á esta
maquinación.
He sido y soi una de las victimas de ella, pero nada temo por que mi
inocencia y mi buena conducta, que es bien notoria, me ponen á salvo de to-
das esas viles imposturas.
Al mes de haber llegado á esta villa, en cumplimiento de la Superior
orden de Vuestra Excelencia tube una noticia vaga de que me habían calum-
niado unos asesinos y ladrones de tener yo correspondencia con los enemigos
del Rey y nuestros. Esta noticia la recivi con el desprecio y frialdad que se
merecía, seguro de que jamas la podrían justificar y de que si acaso mi desgra-
cia fuese tal que Vuestra Excelencia escuchase esa negra impostura, yo haría
triunfar mi inocencia en el momento de que se me oyese con arreglo á las
leyes racionales de la sociedad, que ha nadie condenan sin oirlo y convenc-
selo en juicio. El proceso ha continuado, pero de un modo tan antilegal que
no se me ha oido hasta ahora. Mas claro, se me ha quitado la defensa natural
separandome dela ciudad, esto es quitandome las armas para mi defensa, y
se le ha dado á esa chusma vil y delincuente para que me ofendan con ellas,
bajo la salvaguardia de que ha mi se me han atado las manos para que no
me defienda. Estoy muy distintante Señor Excelentísimo de culpar á Vuestra
Excelencia en lo menor, pues conozco mas que nadie su gran justificación, y
que al cumulo inmenso de sus graves ocupaciones, no le es dado el informarse
menudamente de asuntos tan ridiculos como el de unos ladrones. Pero pade-
ciendo mi honor por hallarse estampado mi nombre en unos autos seguidos
contra unos delincuentes, no debo ni puedo callar por mas tiempo, que podría
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