Page 86 - José de la Riva Aguero - Vol-1
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Volumen 1
Documentos varios
¿Con que colores no havian pintado estos, el lance que motivo mi re-
nuncia de mi Empleo, mi fibra en perder el sueldo por conservar mi honor,
y mi resentimiento al verme injustamente ultrajado? Por esto no es tampoco
nada extraño el que Cocrane tenga noticias, aunque equivocadas, de mi, y que
por esto me considere adipto á su partido. Lo substancial es que yo no he visto
carta de ninguno de ellos, y ojalá que hubiese recibido alguna, pues de esta
manera me habria librado ahora de esta sindicacion, por que inmediatamente
la havria puesto en manos de Vuestra Excelencia, como lo hizo el Marques de
Montemira, y con solo ese acto habria quedado libre de toda clase de sospechas.
Siendo tan publica en la ciudad la interceptacion de las cartas ¡no era
una cosa no solamente regular, sino precisa, que aquel que tubiese corres-
pondencia con ellos fuese el primero en refugiarse á toda costa á los buques
enemigos? Quien podía impedir esto? Luego, el que se mantuvo con toda se-
renidad, es por que estaba inocente.
Si el diablo me hubiese tomado en hacerme del partido de los enemi-
gos, ¿no huviera yo empleado una sifra, cosa tan sabida de todos, ó variado si-
quiera mi nombre? En una palabra. Señor Excelentisimo, ó mis calumniantes
son muy necios, ó yo he perdido la razon. Suponer en mi tantas inavertencias
es canonisarme de un fatuo, y no se por donde se me pueda considerar asi.
Permitame Vuestra Excelencia hacer aqui una ligera reflexión, pero
muy poderosa, y al intento para confundir la atroz calumnia con que se ha
intentado desconceptuarme. Todo hombre, por un instinto secreto, ama ex-
trahordinariamente su origen, y se vanagloria de él, aun aquellos cuya cuna
deberia abochonarlos. De este principio, universalmente adoptado entre todas
las naciones antiguas y modernas, pero particularmente en la nuestra, nace la
formación de genealogías; con el obgeto de tener presentes á los ascendientes,
que sin este auxilio yacerian en el olvido perpetuo, en que los siglos anteriores
á nosotros los habían colocado. Las historias de las familias asi como las sub-
cesiones, y los derechos de estas, se trasmiten hasta la más remota posteridad,
y forman el hombre esta cadena alagueña que los une entre si, y los obliga á
amarse, como por un encanto de la naturaleza; los padres á los hijos, estos á
aquellos, todos á sus ascendientes, relacionados de sangre. Si á estos vínculos
tan respetables se agrega la opcion á mayorazgos á otros bienes y honores, que
deban llegar á nosotros por personas que tienen nuestros apellidos, que han
nacido en los lugares en que nuestros primeros autores recivieron el ser y lo
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