Page 68 - Padres de la Patria
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libertad dos cosas: primera, la imposibilidad de crear un estado libre, constante
                  de muchas y dilatadas provincias, bajo el  plan común de juntarlas, y con solo
                  esta  diligencia  y  la  de  preferir  la  forma  popular  representativa,  elevarlo  a
                  república.  Segunda:  la  imposibilidad  de  mantener  su  independencia  y  libertad
                  por otro medio que el que designaba sino se desempeñaba sabiamente.

                  "Por  estos  artículos,  dice  Morse,  hablando  de  la  Constitución  americana,  los
                  trece  estados  unidos  separadamente  entraron  en  una  liga  firme  de  amistad
                  recíproca, para su común defensa, la seguridad de sus libertades, y su mutua y
                  general  comodidad;  obligándose  a  auxiliarse  comúnmente  contra  cualquiera
                  fuerza  que  amenazare  su  religión,  su  soberanía,  su  comercio,  etc."  Así  es
                  verdad;  la  defensa  de  una  nación  no  consiste  en  otra  cosa,  que  en  la
                  multiplicidad de elementos, combinados de suerte que cada uno obre como si
                  obraran todos juntos; a esto se reduce la explicación de la sentencia vulgar vis
                  unita fortio? Pues, si cada individuo no conceptuara como suyo propio el interés
                  común,  aunque  se  congregara  un  reino  entero,  todo  él  valdría  la  mitad  de  un
                  individuo.    Pregúntase,  pues,  ahora  ¿si  una  provincia  tendrá  más  interés,
                  concurriendo en favor de su metrópoli, cuando ésta es solo su señora y no su
                  amiga? Mas ¿si contará con mayores recursos, al presentarse con solo lo que
                  aquella le da, o cuando lleva agregadas sus adquisiciones particulares?  Para
                  responder a lo primero,  compare la señora el amor de una criada con el de una
                  amiga; y para lo segundo, los obsequios de una virgen de recámara con los de
                  una  tierna  hija  constituida  en  un  pingüe  matrimonio.    De  más  es  reflexionar
                  acerca de la conveniencia que resulta a una familia del empeño y trabajo que,
                  cada  miembro  de  ella,  toma  para  adquirir  y  fomentarse.  No  salgamos  de
                  ejemplos claros y perceptibles para todos. Una nación no es más, que una gran
                  familia,  dividida  y  subdividida  en  muchas;  cada  uno  saque  la  consecuencia  y
                  haga las aplicaciones.

                  Si  nos  convertimos  a  las  libertades  del  Perú,  observarémoslas  perfectamente
                  aseguradas  en  este  sistema.  La  anarquía  y  el  despotismo,  que  a  su  vez  son
                  causa  y  efecto  uno  de  otro,  es  en  los  países  libres  el  terrible  enemigo  de  la
                  libertad. Y ¿de dónde nace esta hidra?  Ninguno prepondere sobre otro, hasta
                  pisarle la garganta y desaparecerá el conato a defenderse. Tenga cada provincia
                  la soberanía correspondiente; y fíjense las racionales dependencias, que deben
                  unirlas con su capital; no sea esta la única que le de la ley; ni se erija en árbitro
                  exclusivo  de  sus  destinos  y  se  conservarán  unidos  y  concordes  los
                  departamentos.  Todos  contribuirán  en  caso  necesario  y  solo  la  conflagración
                  universal los destruirá, como ha de suceder con Norte América, a pesar de los
                  vaticinios europeos.

                  Y ¿qué comodidad no disfrutará así nuestro extendido territorio?  En menos de
                  medio siglo se ve la dichosa tierra de Washington con cerca de diez millones de
                  habitantes;  con  nueve  estrellas  mas  sobre  su  estandarte  nacional;  llena  de
                  abundancia por su propia industria; relacionada con las soberbias potencias de
                  Europa; parangonada con la que fue antes su ama; admirada por sus hombres
                  de  letras;  y  hecha,  en  fin,  el  paraíso  de  la  gloria  terrenal  ¿Y  por  qué...?    Por
                  cuatro fojitas de papel con siete artículos, que componen toda su Constitución.
                  Allí, está la gloria de la libertad; allí, la mano fuerte de la Independencia; allí, la
                  cornucopia de Amaltea; allí, el caduceo de Mercurio; y allí la realidad de cuantos



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