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DISCURSO PRELIMINAR PRESENTADO POR LA COMISIÓN DE
                        CONSTITUCIÓN, FUNDAMENTANDO LA SECCIÓN PRIMERA DEL
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                                          PROYECTO DE CONSTITUCIÓN


                  Señor:

                  La  Comisión  nombrada  por  el  Congreso  para  formar  el  proyecto  de  la
                  Constitución  del  Estado,  sobre  las  bases  reconocidas  ya  y  juradas  por  los
                  pueblos,  se  apresura  a  presentarle  las  primicias  de  sus  tareas,  menos  por
                  considerarlas  dignas  de  la  sanción  soberana,  que  por  dar  testimonio  de  su
                  empeño  en  satisfacer  el  voto  público,  ansioso  de  ver  el  día  en  que  sus
                  representantes llenen el grande objeto para que fueron reunidos.

                  Difícilmente se presenta, señor, situación más apurada que la actual, para poder
                  contraerse  a  este  trabajo  con  la  meditación  y  reposo  que  demanda  su
                  importancia.    Luchando  por  la  independencia,  o  más  bien,  en  dura  y  tenaz
                  contienda  por  el  suelo  en  que  ha  de  plantarse,  nos  vemos  a  un  tiempo
                  precisados a edificar y a reunir materiales para el edificio mismo. ¡Qué diferencia
                  entre las naciones a quienes ha cabido en suerte escribir su carta constitucional
                  bajo  el  seguro  baluarte  de  su  libertad  exterior  y  el  Perú,  cuyo  nacimiento  al
                  mundo político y cuyos desvelos para evitar la tiranía doméstica son una obra
                  simultánea!  Pero este es el inevitable destino de los pueblos, que rompiendo los
                  lazos de su antigua dependencia se deciden incontrastablemente a existir por sí
                  y para sí.

                  El sentimiento de la independencia nacional resulta del de los individuos, pone
                  en  movimiento  todas  las  afecciones  humanas  hacia  la  disolución  de  la  masa
                  social; de manera que, introducido en ella el fermento, por las sugestiones que
                  cada  uno  siente  en  sí  mismo  al  contemplar  sus  preeminencias  naturales,  la
                  anarquía  sucede  al  orden,  exponiéndose  al  Estado  a  ser  presa,  o  del  más
                  afortunado,  o  del  más  fuerte.  ¿Quién    reducirá,  pues,  a  su  centro  estos
                  elementos  discordes,  o  mejor  diremos,  quién  será  capaz  de  determinarles  un
                  centro? Que el que tenía desapareció, variado el punto de su dirección primitiva.
                  El único legítimo y eficaz agente para consolidar las asociaciones políticas es la
                  libre voluntad de los pueblos que las forman; así como para arreglar los orbes
                  celestes, sólo es poderosa la voz del Árbitro Supremo.

                  Legitimidad  y  eficacia  que  están  en  la  naturaleza  de  las  cosas,  como  que  las
                  revoluciones  sólo  pueden  justificarse  cuando  un  establecimiento civil,  cansado
                  de ver ultrajados sus derechos, rescinde, por fin, el pacto y transige  de nuevo
                  bajo otra forma que se los garantice; y como que sólo este interés puede aguijar
                  a  sus  miembros  hasta  el  término  de  sacrificar  su  fortuna  y  su  existencia.    Lo
                  demás es puramente accidental. Y si la historia de las transformaciones políticas
                  nos  manifiesta  influencias  de  otro  género,  también  sabemos  que  su  poder  ha
                  sido efímero, y que el Estado que no se fundó desde el principio en la voluntad,
                  contento y aprobación de los pueblos, por más esfuerzos que haga, nunca jamás


                  56 Reproducido  de  Tamayo  Vargas,  Augusto;  y  Pacheco  Vélez,  César,  José  Faustino  Sánchez
                  Carrión.  Colección  documental  de  la  independencia  del  Perú,  tomo  I,  vol.  9º,  págs.  530-537.
                  Lima, 1974.

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