Page 111 - Padres de la Patria
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naturales  y  sociales.  Así  somos  los  deudores  de  cuanto  los  progenitores,  los
                  maestros y la patria misma nos conceden.

                  Peruanos: ya tenéis patria. Levantad esa cabeza que vosotros y vuestros padres
                  habéis  llevado  humillada  por  tres  siglos  de  cautiverio.  Nada  fuimos  y  ahora
                  empezamos a ser. Los de la clase noble, lo mismo que los de la media, han sido
                  reputados por antes nulos. En los de la segunda, los talentos extraordinarios, la
                  constante  aplicación,  la  sabiduría  adquirida  por  uno  y  otro  no  tuvieron  más
                  premios que una dependencia inmediata de europeos orgullosos e ignorantes.
                  Aún  lamentamos  la  pérdida  del  primer  jurisconsulto  de  esta  Academia,  quien
                  pasó toda su vida sirviendo de agente fiscal a hombres ultramarinos, que en un
                  gobierno  justo  se  habrían  honrado  de  contarse  entre  sus  discípulos.  Y  si  el
                  fundador de la libertad en su gloriosa entrada a esta metrópoli no le hubiese, con
                  la dignidad porque tantos años clamaba su mérito, habría muerto en la última
                  desolación. En todas las partes en que la razón humana no está envilecida, las
                  canas y la ciencia ocupan el solio de la magistratura y los jóvenes abogados se
                  ejercitan delante de ellos en la defensa de las causas para tomar lecciones de
                  prudencia  y  conocimiento.  Entre  nosotros  acaecía  lo  contrario.  Jóvenes
                  barbipotentes de España eran los magistrados; y los jurisconsultos cargados de
                  años, de saber y de prudencia sólo tenían  lugar de defender las partes litigantes
                  con una voz trémula y sumisa.  ¡Sabios de  la Universidad de San Marcos que
                  tanto honor  habeís hecho a la ciencia y a la virtud, cesó vuestra ignominia y
                  cesó para siempre!

                  Los  nobles  de  esta  capital  con  excesivo  empeño  quisieron  distinguirse
                  comprando  los  títulos  que  se  dicen  de  Castilla.  Parece  que  con  estas  vanas
                  condecoraciones pretendían consolarse de la absoluta privación en que se les
                  tenía de todo género de empleos, más aquellas denominaciones,  que de nada
                  sirven  al  que  por  sí  mismo  no  tiene  méritos,  los  conducían  a  hacerles  más
                  sensibles los desprecios. Rara vez aparecían en los palacios de los virreyes y en
                  las  concurrencias  públicas  eran  pospuestos  en  las  demostraciones  de
                  estimación a cualquier militar europeo por corta que fuese su graduación.

                  Para dar a estos señores nobles una alta señal de aprecio se les hizo entrar en
                  el regimiento de cívicos titulado Concordia, en el que los condes y marqueses de
                  Lima  alternaban  con  tenderos  que,  criados  por  lo  común  en  el  servicio  y
                  dependencia de otros, en ninguna parte del mundo alindan con los nobles. Pero
                  aún  más:  se  les  fue  poco  a  poco  arrinconando  con  gravísimo  desaire  de  sus
                  personas y títulos. Si el honor es el principal distintivo de la nobleza, picados de
                  él  los  nuestros  debían  haber  quemado  esos  carcomidos  pergaminos
                  inconsistentes en el día de la Constitución de la República, donde no debe haber
                  más  lustre  ni  prosapia  que  la  propia  virtud.  Cultiven  ésta  que  entonces  de
                  necesidad serán llamados a los primeros empleos y rodeados del esplendor que
                  nunca tuvieron sus mayores.

                  La patria bajo los auspicios del Ser Supremo, camina a grandes destinos y sólo
                  es necesario unión entre sus hijos para acelerar el paso. Yo aseguro a nombre
                  de  los  arequipeños,  mis  compatriotas,  que  no  faltarán  a  ella  ni  a  la  firme
                  resolución de libertarla y sostener su independencia. Pocos años ha que por la
                  voluntad  libre  de  todos  los  pueblos  de  la  provincia  fui  elegido  su  primer



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