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Nueva Colección Documental de la Independencia del Perú
Vida y obra de Toribio Rodríguez de Mendoza
fin negándose a continuar los Abastecedores, se ha ido haciendo el gasto de
contado. ¡Pero con que fatigas! Los Vice-Rectores propietarios desampararon
el Colegio, y por eso dispuse, que los Maestros sirviesen el Vice-Rectorado
por turno: unos tibios y descuidados, otros imprudentes, y algunos peores
que todo esto. Con la menor amonestación, o reconvención tomaron algunos
el partido de salirse del Colegio. De aquí, atraso en las Aulas, sin nervio y
gobierno la disciplina interior: dolor de los buenos, acre censura de los im-
prudentes, por fin descontento en el público. De aquí deserción de colegiales,
pocos entrantes, disminución del ingreso, e imposibilidad de sobstener el gas-
to. Para colmo de este infortunio se embargaron tres mil seiscientos pesos que
importan el arrendamiento de la Real Aduana, y la cantidad señalada por su
magestad para la mantención de doce Becas. Instruidos los colegiales de todo
esto, y habiéndoseles propuesto el arvitrio inevitable de suprimir el almuer-
zo y merienda, y cercenar un potage en comida, y sena, resolvieron muchos
de ellos con generosidad, que solo hubiese ese diminuto refectorio para po-
bres, y forasteros y que los demás harían que de sus casas les ministrasen el
alimento, pensionándose únicamente al Colegio en el pan, dulce, y velas. Se
ha seguido este temperamento para sostener el estudio; pero hay que cerrar
los ojos, o volver la cara para disimular ciertos desórdenes que nacen de este
mismo arvitrio. Una suerte tan triste y lamentable ha debido herir agudamen-
te mi Corazón. Treinta años hacen tengo el honor de estar a la frente de este
Colegio, sin contar los que serví de Maestro, y Vice-Rector. Puedo decir que
nació en mis manos, por que fui el primer Maestro que el Superior Gobierno
destinó a la enseñanza, y mis discípulos fueron los primeros que llenándose
de gloria, desempeñaron cabalmente en sus públicas actuaciones el esmero de
este Superior Gobierno, y los deseos del Soberano. La época más brillante, y
floreciente ha sido la de mi Rectorado: ¿Podía sin dolor verlo perecer en mis
brazos? He reclamado, y me he lamentado repetidas veces, ya por escrito, ya
de palabra ante la Superioridad de Vuexcelencia, cierto por otra parte de que
las mayores, y multiplicadas necesidades del Reyno no daban lugar al consue-
lo. Alguna esperanza se presenta hoy en medio de las mismas estrecheces y es
Vuexcelencia quien la hace brotar. Reducir al Colegio a la perfección que debe
tener es muy difícil, por no decir imposible, sin que sean recompensados los
Vice-Rectores, y Maestros: sin que se ministre a los colegiales alimentos bien
sazonados cuanto se puede en una comunidad numerosa. Nunca fué com-
petentemente dotado el Colegio, apesar de la regia munificencia del Señor
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