Page 99 - La Rebelión de Huánuco. Vol 1
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Nueva Colección Documental de la Independencia del Perú
La rebelión de Huánuco de 1812
de los alrededores de la capital limeña con el pretexto de la dación de una Real
Cédula enderezada a esclavizarlos.
El ambiente de esos pueblos de indios estaba abonado desde el siglo
XVII por una serie continua de motines y alzamientos que se agudizaron des-
de los primeros años de la décimaoctava centuria, a menudo en sincronismo
con los ocurridos en el resto del Virreinato. Preciso es recordar, además de la
larga lista de conatos subversivos de la «República de indios» en buena parte
inéditos, la empeñosa corriente a favor de los indígenas sostenida por esforza-
dos mantenedores, muchos de ellos de la alta intelectualidad criolla; y la serie
de opúsculos y memoriales sobre agravios e injusticias que padecían los indios
del Perú, los cuales terminaron por convencer a los propios funcionarios y
teóricos peninsulares, incluyendo a los Virreyes.
La influencia de esos alegatos se dejó sentir en todas las provincias
del Perú y en lugar de aminorar, contribuyó a exaltar los ancestrales rencores
y resentimientos de los indios. Dentro de la misma línea de los memoriales y
alegatos del Jesuita Coello, Juan de Silva, Domingo de Luna, Aguilar del Río,
Juan de Padilla, Ortiz de Cervantes, obras como el Planctus Indorum o la Re-
presentación de Fr. Calixto de San José Túpac Inca, comportaron en puridad
verdaderos catecismos populares, alentando la rebeldía de las masas indias
y de los pragmáticos insurgentes criollos, como ocurrió con el movimiento
cuzqueño de Aguilar y Ubalde en 1805. Hito descollante en la corriente de la
pugna y protestas indianistas es ese incansable espíritu de lamentos e impreca-
ciones, cuya fuerza vigorizante en la Emancipación no es posible desconocer
porque acompaña a todas las rebeliones de la masa india.
La actitud de los españoles huanuqueños no era menos definida y res-
taña con significación propia. En el pensamiento criollo de la centuria ante-
cedente se había ya planteado rotundamente la clara compenetración de los
derechos de los «nacidos en la tierra». Del mundo de los hechos, afirmado
en el curso de las guerras civiles sostenidas por los «ganadores de la tierra»,
pasó casi sin transición esa idea, que en el fondo no era sino una emanación
telúrica de las propias características del alma española, al mundo del pensa-
miento teórico. En posición verdaderamente unívoca, los criollos peruanos
del siglo XVII declaran que «los naturales de Indias deben ser tenidos por
hijos legítimos y ocupar el primer lugar y los extraños deben ser los adoptivos
y legitimados cuya gracia nunca se puede extender en perjuicio de los legíti-
mos». Tan copiosos como los alegatos polémicos en pro de los indios, son la
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