Page 194 - Vida y Obra de José Baquijano y Carrillo - Vol-1
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Volumen  1
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                    En esta oración hallará vuestra excelencia la terrible y execrable doc-
            trina que en el templo de las letras, en el santuario de la educación, en el sitial
            de la enseñanza pública se da y recita al primer jefe del reino del Perú; que éste
            la oye y, que no contento con disimularlo por aquella vez, la permite imprimir
            y dar a que se vean más despacio los dicterios con que ennegrecen no sólo a
            los administradores y subalternos de los ramos de real Hacienda, sino a todo
            el Ministerio de Indias, que es lo propio que haber autorizado lo que sin razón
            censura la parte enferma del público y ellos; vuestra excelencia, o yo, o todos
            juntos, somos a quienes tira y me contenta con que no pase más adelante.
                    Confieso que me irrité en silencio cuando oí este discurso en aquel
            teatro donde asistió cuasi toda esta ciudad, pero más hoy que le leo a presencia
            del carácter del orador que le dijo; éste abunda en osadía y presunción, habla
            de vuestra excelencia con descaro; está quejoso de que no es ministro, porque
            no se le rindió, o no le bajó la cabeza (así se explica) cuando se le mandó salir
            de esa corte, y quien tenga un retrato de su corazón, de su conducta y de su
            malicia, hallará en sus cláusulas toda la con que están proferidas algunas y,
            más si se añade a este retrato, el de lo que ha sido y es aún conversación de
            éstos ilusos.
                    Citaré para ejemplo (por más obvias de este modo de pensar, que no
            es sólo mío), las que se estampan desde folio 56 al 57 y sus notas 26 y 27.
            Allí encontrará vuestra excelencia como vistiéndose de un traje aparente, o
            de unos períodos disimulados; declama contra los que imputen al reino los
            actuales alborotos. Hágase vuestra excelencia leer desde la palabra Borbón
            hasta acabar el capítulo; prosiga vuestra excelencia escuchando las notas y
            deduzca lo que ellas inspiran porque, a mí, me cuesta rubor el expresarlo; mi
            alma no tiene, no, tanto brío. Las miro y vuelvo a mirar por ver si me engaño y
            no encuentro cómo disimularlas, o traerlas a una significación inocente. Aquí
            todos las toman en una misma, profiriendo que habla de vuestra excelencia;
            haciéndole la injusticia de tenerle por Antiamericano, que ha sido la conver-
            sación de muchos tiempos, trasladada desde los maldicientes que viven en
            esa corte y de dos gobiernos libres y omisos que las han dejado y dejan crecer
            escandalosamente hasta un grado que es fácil explicar.
                    Los términos y el caso de la segunda nota fijan la sospecha; el ejemplo es
            malo, las frases osadas y la acción indiscreta, supuesto lo dicho y lo que ha sido
            aquí hablilla muy seguida, sin poder hallar quién sea el inventor execrable.





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