Page 172 - Vida y Obra de José Baquijano y Carrillo - Vol-1
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Volumen  1
                                           Reflexiones por Juan Baltasar Maciel sobre el «Elogio» de Baquíjano
                    [124] Y a la verdad, fué este suelo siempre más activo en la produc-
            ción de ingenios que de metales y apuró, sin duda, en estos últimos tiempos
            y respecto de esta América, su vivificante calor. Tal es la multitud de grandes
            ingenios sobre los cuales han reverberado de tal suerte sus luces, que parece
            haber traslado a este nuevo hemisferio su Parnaso, para que brillase con nuevo
            lustre toda su miseria.
                    [125] El orbe literario vió ya en la Biblioteca Mexicana, obra del in-
            comparable doctor don Juan José de Eguiara,  de la Ciudad de México, y de-
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            coro de su Real Universidad, el asombroso catálogo de los grandes hombres
            que, en todo género de letras, han ilustrado la América septentrional, y que
            servirían de ornamento a la misma Grecia en los más bellos días de su litera-
            tura. Y hoy, el mismo orbe, lleno de estupor y asombro, acaba de reconocer
            en una parte de aquel continente (hablo de las Colonias inglesas), de lo que
            es capaz la intelectual feracidad de su terreno, admirando en su Universidad
            de Filadelfia el plantel de la sabiduría más bien cultivada de Minerva, que en
            uno de sus alumnos, Franklin, levantó un oráculo que, colocado en el gran
            teatro de París, ha recibido el incienso y homenaje de sabio. Ojalá alguno de
            los ilustres genios de esta América meridional sacudiendo la inacción de sus
            talentos, diera a luz, a imitación de la Mexicana, una Biblioteca Peruana, para
            que viera la Europa toda que la América, en toda su más vasta extensión es la
            patria de los sabios y el país de los ingenios .
                    [126] Perdónesele esta digresión a un americano que, ya no hace ho-
            nor a la literatura de su patria, no quisiera deshonrarla con la empresa que ha
            tomado a su cargo. No, por cierto; el empeño de vindicar la justicia del minis-
            tro por la proposición que se le imputa, está muy distante de rebajar el mérito
            de mis compatriotas. Conozco el fondo de su justo valor, y son tan claras las
            ideas que tengo de sus talentos, que sería un fiel prevaricador, si reputando
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            44. Se refiere a la Biblioteca Mexicana del doctor Juan José de Eguiara y Egúren, que tuvo su
            origen en una colección de Cartas Latinas, publicadas en Madrid, 1735, por el erudito deán de
            Alicante, Manuel Martí. En una de ellas, dirigida al joven Antonio Carillo, que pensaba tras-
            ladarse a Méjico, le pregunta a éste, qué se proponía hacer en aquella ciudad, vasto desierto
            literario donde no hallará maestros ni discípulos, ni quien estudiase o, a lo menos, quisiera
            estudiar, porque todos aborrecían las letras. Apenas leída la carta, Eguiara resolvió escribir su
            Biblioteca para probar, con las vidas y obras de tantos escritores, cuán infundada era la cen-
            sura del deán. Como Maciel, Eguiara era dignidad magistral y, luego, fue maestrescuela de la
            Catedral de Méjico, además de doctor, rector, cancelario y catedrático de su universidad. En
            1755 apareció el primero y único tomo de la Biblioteca, pues Eguiara no pudo llevar adelante
            su obra a causa de su muerte, acaecida en 1763. En un prólogo, titulado Anteloquía, refuta al
            deán Martí y a otros escritores que emitieron opiniones semejantes a las de aquél. (Estos datos
            proceden de J. García Icazbalceta, Obras, t. II, p. 124 y ss).


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