Page 101 - Vida y Obra de José Baquijano y Carrillo - Vol-1
P. 101

Nueva Colección Documental de la Independencia del Perú
             Vida y obra de José Baquíjano y Carrillo
            corresponde con fidelidad a las extendí das obligaciones, que acaba de con-
            traer, y demandais en satisfacción de vuestra fianza.
                    [8] Desecho el fatal contraste, disipada la tempestad terrible, que ame-
            nazaba al trono de la España, humillantes victorias persuadiendo a las na-
            ciones enemigas que el héroe que lo ocupa, no sólo debe el cetro al orden
            del nacimiento, y al clamor de las leyes, sino a la libre, y gustosa aceptación
            ____________
            8. Como se ha notado el uso de la palabra sucumbir por extraña, y no propia de nuestro idio-
            ma, se debe advertir que la usamos para explicar ser agobiado por una carga superior a nues-
            tra resistencia: No es esta una novedad que habrá sorprendido a los literatos: ellos sin duda
            han observado que muchos autores españoles la usaron en el mismo sentido. El traductor del
            drama de Monsieur Arnaud intitulado: La Eufemia, o El triunfo de la Religión, hablando en el
            Prólogo de lo difícil que es traducir del verso francés al castellano dice: «El referido padre Isla
            sucumbió a esta dificultad» En el Acto I. Scen. 9. pone estas palabras en boca de la Condesa de
            Orze: «Ella sucumbió a golpe semejante». Don Luis de Cueto y López en su Guerra Sagrada en
            el Lib. I. pág. 15 dice: «el inevitable peligro que corrían las míseras reliquias del imperio orien-
            tal de sucumbir a la vasta potencia de los enemigos». Y en la pág. 5, tenía dicho: «sin el temor
            de sucumbir en la prosecución de una empresa tan difícil». Para esta libertad de introducir
            palabras, tenemos respetables autoridades, e, ilustres ejemplos en todas las lenguas. El célebre
            Arzobispo de Cambrai, Monsieur Fenelón, en su carta a la Academia Francesa, sobre la Elo-
            cuencia, la Poesía, y la Historia, que corre unida a sus Diálogos, propone esta libertad como
            un proyecto ventajoso para enriquecer su lengua. En la pág 260 de la edición de París del año
            de 1764 dice: «Yo no quisiera perder ningún término, y sí adquirir muchos nuevos; como
            también el que se autorizase todo aquel, que tiene un sonido dulce sin peligro de equivoca-
            ción». Y en la pág. 262 añade: «He oido decir que los Ingleses no rehúsan tomar de cualquier
            idioma las palabras que le son cómodas. Semejantes usurpaciones son permitidas; y en este
            género todo se hace común por solo el uso. Las palabras no son mas que sonidos, de los cuales
            se pueden hacer signos arbitrarios de nuestros pensamientos. En si no tienen ningún valor,
            y son tanto del pueblo que las da, como del que las recibe. ¿Qué importa que una palabra sea
            nacida en nuestro país, o que nos venga de un país extranjero? La escrupulosidad en este pun-
            to, sería muy pueril, pues que no se trata sino del modo de mover los labios, o de modificar
            el aire». Los ejemplos también son frecuentes. Nuestra lengua es una mezcla de griego, latín,
            arábigo, y fenicio: la francesa de las dos primeras, y mas del tudesco, y algunos restos de la de
            los antiguos gaulos. Los latinos, dice el mismo Fenelón, enriquecieron su lengua con térmi-
            nos extranjeros, aunque no les faltaban otros equivalentes... El mismo Cicerón, aunque muy
            escrupuloso sobre la pureza del lenguaje, usa libremente de las palabras griegas que le son
            necesarias. Marco Antonio usó de la palabra Piissimus desconocida por Cicerón: así lo dice
            éste en la Philip. 13 n. 19. Piissimos quaeris; et quod uerbum omnino nullum in lingua latina
            est, id propter tuam diuinam pietatem, nouum inducís. La palabra constellatus el primero que
            la trae es Trebelio Polio in Salonin. Gallien. cap. 2 y Monsieur Baudelot la explica y defiende
            esa libertad. Acercándonos a nuestro tiempo, el excelente latino Castrucio Buonamici, autor
            de la relación de la Campaña de Veletri, y de la obra Commentariorum de Bello Itálico, Libri
            dúo, impresa en el año 1750, que es la guerra, en que nuestro amado soberano Carlos III dio
            tan esclarecidas pruebas de sus reales virtudes, llama en latin a los soldados granaderos, Pyro-
            chitrophori, con novedad, delicadez y aplauso de los sabios, por ser voz compuesta de tres
            griegas, que significan: Cargadores de vasijas de fuego: teniendo presente para esta franqueza
            de añadir palabras, la expresión del Poeta: «Licuit, semperque licebit / Signatum, praesente
            nota procudere nomem». [Nota del autor]

                                               100
   96   97   98   99   100   101   102   103   104   105   106