Page 718 - La Rebelión de Túpac Amaru II - 7
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Volumen  7
                                                              Causas criminales contra los rebeldes
                    El Solicitador Fiscal me hace cargo de que era de la confianza del re-
            belde y le regalé un pedrero, y cañones de artillería, más el cargo es injusto.
            Yo no le hice tal obsequio, sino que noticiado Tupa Amaro, de que yo tenía en
            Quipococha un cañón grande y otro en molde los mandó traer de la referida
            hacienda. Y aunque intentó que yo escribiese papel a mis familiares para el efec-
            to, me escusé de hacerlo y se valió del arbitrio de despachar un papel fingido
            por Bermúdez, a nombre del Corregidor y en su virtud se trajeron a Tungasuca,
            como mas claramente lo tengo expuesto en mi confesión.
                    Manuel Galleguillos falta a la verdad en la expresión de que yo le regalé
            los cañones y otras cosas. Este es testigo único de su dicho. No dá razón de él, ni
            podía darla, pues aún no estaba en Tungasuca a tiempo de mi prisión, es cau-
            sado por cómplice positivo, y no hace fe en juicio ni fuera de él. El rebelde José
            Tupa Amaro y su hijo Hipólito Tupa Amaro, igualmente faltaron a la verdad,
            cuando en sus confeciones expresaron que yo le dije, eran menester cañones y
            le ofrecí tres. Los reos capitales no son dignos de fe, porque siempre aspiran a
            escusarse de sus delitos e imputarlos a otros. La confianza, que se me atribuye
            es falsa y no tiene otro fundamento, que la misma ocupación de componer las
            armas, que me puso Tupa Amaro.
                    Satisfecho el cargo paso a insinuar a Vuestra Señoría las demás acciones
            que hacen mi mérito.
                    El día veinte de noviembre estuvo resuelto el rebelde a venir a esta ciu-
            dad para tomarla. Temí que si ponía /.14v en ejecución la empresa verificaría su
            designio de asaltarla, saquearla y apoderarse de ella, en consideración de que te-
            nía treinta y dos mil indios y muchas armas consigo, y de que la ciudad estuviese
            destituida de militares y armas, y lo retracté y disuadí del intento, ponderándole
            que cada casa del Cuzco era un castillo. Que en todas, especialmente en las de
            los europeos, había muchas escopetas. Que en la Sala de Armas, había veinte y
            cinco botijas de pólvora fina, cien mil balas, quinientos fusiles y ocho cañones
            de artillería, de los cuales los cinco, eran los que yo había regalado a la ciudad.
            ¿Qué hubiera sido, sino le hubiera embarazado yo la empresa con esta industria?
            Hubiera venido a la ciudad, la hubiera asaltado, saqueado, robado y apoderádo-
            se de ella, pues a la sazón se hallaba indefensa, sin gente militar y sin armas.
                    El rebelde llegó a tener doscientas setenta y tres escopetas, más como
            yo descomponía unas, otras las daba estudiosamente a mestizos, que no sabían
            manejarlas y otras regalaba a los mismos, se inutilizaron las más, de modo que
            en Piccho sólo quedaron veinte y dos.



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