Page 599 - La Rebelión de Túpac Amaru II - 7
P. 599

Nueva Colección Documental de la Independencia del Perú
             La rebelión de Túpac Amaru II
            y con noticia de que mi madre venía para esta ciudad, regresé de Ayo, mas en
            el pueblo de Pampamarca me apremiaron los indios rebeldes y me condujeron
            a presencia de José Tupa Amaro. Este mandó me encerrasen en un calabozo, a
            las cinco horas hizo que me extrajesen de él y me examinó sobre los motivos
            de mi derrota. Determinó alistarme a servirle y me excusé representándole
            que mi enfermedad me inhabilitaba para el ejercicio de la milicia. Detúvome
            hasta el día siguiente en que me propuso me daría libertad con cargo de que
            le condujese a esta ciudad unos papeles y cartas. Yo rehusé cuanto pude pero
            inutilmente, porque me amenazó con la muerte, así me fue preciso tomar los
            pliegos que se reducían a tres cartas y tres edictos que me ordenó entregase a
            sus títulos y fijase estos en las puertas de las iglesias de esta ciudad. De Tun-
            gasuca partí al pueblo de Checacupe, manifesté al cura / .36v los pliegos y la
            determinación que tenía de quemarlos; pero me aconsejó que los trajera y
            entregara a mi deudo el señor doctor don Domingo Frías, canónigo de esta
            santa iglesia Catedral. Con esta resolución pasé adelante extraviando cami-
            nos, y en el pueblo de Catca fui preso por los indios y despojado de las cartas.
            El doctor don Pedro Maldonado y Peralta, cura de aquel pueblo, a quien los
            indios dieron las referidas cartas, hizo que me diesen soltura y me aconsejó las
            pusiese en manos del enunciado señor Frías como me lo había prevenido el
            cura de Checacupe. Con este acontecimiento entré en gran cuidado y miedo
            de traerlos y a fin de evitar que en el resto del camino encontrasen los pliegos
            los guardé en lo bastos de la silla. Habiendo llegado a esta ciudad solicité al
            señor Frías, no le hallé y ví al Ilustrísimo señor Obispo haciéndole manifes-
            tación de los papeles que traía, pura que previniese lo que había de hacer con
            ellos, quien me remitió a los señores de la Real Junta de Guerra por quienes
            fui estrechamente examinado sobre todo, y habiendo declarado como había
            traído tres edictos y que éstos los dos estaban en los bastos de la silla.
                    Se siguió causa criminal contra mí y se me condenó a destierro en el
            Presidio del Callao por el término de dos años a ración y sin sueldo.
                    En la sentencia se me ha inferido agravio tanto por haberse sustancia-
            do la causa sin citación ni audiencia mía, ni darseme lugar a la prueba de mis
            excepciones, cuanto por hallarme inocente e inculpado en el suceso. El moti-
            vo que se ha pretextado para mi condenación no es otro que no haber entrega-
            do juntamente todos los papeles; mas en esto no procedí de mali / .37 cia, sino
            que poseído de turbación y miedo juzgué que sería severamente castigado por
            haberlos recibido y traído. Mi designio no fue en manera alguna el de fijar los



                                               598
   594   595   596   597   598   599   600   601   602   603   604