Page 196 - La Rebelión de Túpac Amaru II - 7
P. 196

Volumen  7
                                                              Causas criminales contra los rebeldes
            cuanto caudal hallase, los había de mantener por su mano, pero que a todos
            los corregidores, aunque fuesen pasados los había de gindar. Que su palacio
            había de hacer o en dicho Colegio de la Compañía o en San Borja, y que de allí
            había de imponer sus leyes, esto no lo dijo una vez, sino varias y especialmen-
            te cuando fue• a Tinta en compañía del confesante, quien habiendo hallado
            varios tomos de libros de leyes le dijo, aquí he encontrado una cosa buena y
            diciéndole esto al rebelde le preguntó éste que, qué era y le respondió el con-
            fesante unos bellos libros de leyes, a lo que le respondió, como enfadándonse
            dicho Tupa Amaro, que está Ud. con leyes, estos libros no sirven sino para em-
            panadas o bizcochuelos, yo he de imponer unas leyes fuertes. Que decía que
            en cada pueblo había de poner un gobernador, que recaudase los tributos y se
            los remitiese a esta ciudad, y que asentando sus leyes había de bajar a la ciudad
            de Arequipa y hacer lo mismo en ellas, que después de conquistar a su banda
            Arequipa, había de /. 19v pasar a Lima, la que tenía por suya entrando a esta
            ciudad, refiriendo al mismo tiempo que tenía noticia tiempo ha que un Fran-
            cisco Catari, había tomado empresa misma que él y que si éste buenamente
            no quisiese partir el reyno con él también le daría guerra, que todo esto lo dijo
            muchas veces en presencia de Felipe Bermúdez, Mariano de la Banda, Andrés
            Noguera, Antonio Bastidas, Diego Berdejo, Diego Ortigoza y otros que concu-
            rrían en sus tertulias. Que los que le daban idea eran, su hermano Diego Tupa
            Amaro, los dichos Felipe Bermúdez, Diego Ortigoza, Don Francisco Molina,
            el chileno Andrés Noguera y Diego Berdejo, a quienes ordinariamente los veía
            en sus juntas y pareceres, pero que lo más lo producían entre dicho rebelde y
            su mujer, con tal que varias veces dijo, que no necesitaba consejos, porque él
            bien sabía lo que había de hacer; y esto último también se lo oyó decir Don
            Juan Antonio (Testado: Molina), Figueroa, por una o dos ocasiones. Que tam-
            bién le oyó decir que no habían de haber abogados, ni cárceles, que sólo había
            de poner dos horcas y a los delincuentes los había de colgar en el instante que
            los apresase. Que había de haber condes, duques, marqueses y había de im-
            poner hábitos, que a los que tuviesen algún delito menor los había de castigar
            (como ya lo obserbaba) colgándolos de un pie en la horca, por las horas que
            merecieren y que de este modo había de /. 20 quitar pleitos y escribanos. Y
            en cuanto a los que voluntariamente le sirven al rebelde, dice saber son los
            siguientes: Francisco Molina, a quien lo ha hecho Coronel de los españoles;
            Antonio Castelo y los demás de este mismo apellido, que son vecinos del pue-
            blo de Sicuani, quienes han sido los que han hecho mayores daños y héchose



                                               195
   191   192   193   194   195   196   197   198   199   200   201