Page 186 - La Rebelión de Túpac Amaru II - 7
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Volumen  7
                                                              Causas criminales contra los rebeldes
            de su mujer, en compañía de Antonio Bastidas, Andrés Noguera, Francisco
            Molina /. 9 el chileno, (quien desde su hacienda de Santa Rosa, según el mis-
            mo lo decía había ido con su mujer voluntariamente a servir al rebelde, a quien
            le decía en varias ocasiones estas palabras Señor bien sabe Vuestra Merced que
            yo voluntariamente abandonando todas mis cosas y mi hacienda, he venido a
            sacrificarme y Vuestra Merced es mi taita y la señora mi mamita, quienes me
            han de favorecer. Y en una de ellas, le pidió al rebelde y su mujer, le hiciesen el
            favor de que la gente de dicha su hacienda se reservase de venir en su compa-
            ñía y que pusiese otros dos hombres que los mencionó dicho Molina, quien al
            confesante le suplicó escribiese la carta y la escribió, según el la pidió) y otros
            varios de su ayllo entre quienes iba el confesante y éste no pudo seguirlo al
            paso que iba el rebelde y se quedó entre otros varios en una pampa mas ahajo
            de Ocororo, en la que pasó aquella noche y a la mañana, con los dichos siguió
            el camino hasta alcanzarlo y se halló en la paseana con la novedad, de que
            aquella misma noche habían tenido su encuentro los que quedaron en la pam-
            pa dicha de Oropesa con los soldados de esta ciudad, en un lugar nombrado
            Saylla, que habían muerto a muchos indios y a varios de los españoles de esa
            parte, cuyo número no se sabía allí de cierto, pero por /. 9v lo que los mismos
            comisionados decían, llegaba hasta el de sesenta u ochenta, con cuyo ejemplar
            los indios se mudaron a sus tierras a excepción de los que quedaron y otros
            que venían en alcance de dicho Tupa Amaro. De que aquella paseana, siguió
            su camino hasta un cerro, que está en frente de los de Puquín, en cuya tarde
            tuvieron el segundo encuentro, en el que murieron catorce soldados y un ofi-
            cial de los nuestros, según ciertamente lo ha sabido en esta ciudad, de los que
            le presentaron al rebelde una cabeza y quince fusiles, de lo que se vanaglorió y
            pasaron la noche muy contentos; y al siguiente día prosiguiendo su camino
            vinieron a dar al cerro que está enfrente de Piccho y llegado a él tuvieron el
            tercer encuentro, el día lunes ocho, del que corre, y en él murieron de la parte
            del rebelde, según hace juicio prudente hasta sesenta o cincuenta indios, fuera
            de más de cuarenta heridos que se presentaron al rebelde, los que mandaban
            curar con (Testado: Francisco Molina) Don Juan Antonio Figueroa y con un-
            güentos que tenía en un botiquín, que había robado del Corregidor de Lampa.
            Que el confesante aquella noche trató de zafar para esta ciudad en compañía
            de un Pedro Venero, estanquero de Tinta, y estando acercando al cerro de San
            Gerónimo, divisaron a Antonio Bastidas, que salía de /. 10 los caminos y en-
            contrando con él le rogaron para que le dijese al rebelde, que habían salido de



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