Page 184 - La Rebelión de Túpac Amaru II - 7
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Volumen 7
Causas criminales contra los rebeldes
Santisteban, alto de cuerpo, sin dientes y el mayordomo y mandó abrir los
graneros para registrar los granos que había en ellos y dicho Clérigo con el
mayordomo le dijeron que apenas había como cosa de diez o doce fanegas de
trigo, las que habían comprado de otra parte, porque las de la hacienda se ha-
bían consumido, con esto pidió un poco de agua, la tomó y dió orden de que
dichas fanegas de trigo las redujesen en harinas, se las condujesen donde el
estuviese y marchó hasta llegar al pueblo de Andaguaylillas, donde le salió a
alcanzar el Cura y llegando al pie de las gradas del cementerio, salieron cuatro
o cinco sacerdotes todos vestidos de Capa de Coro, con una cruz y el Acetre
de agua bendita con el palio, bajo del cual /. 7 lo recibieron, haciéndole besar
la cruz y dándole el agua bendita, y entró de este modo hasta el Altar Mayor y
le descubrieron a nuestro amo, le tomaron venia a el rebelde, con lo que se
salió al cementerio y practicó la misma amonestación que en Guaro; y acaba-
da esta le ofreció el Cura su casa y mesa, las que no admitió porque siempre
dormía en los cerros o pampas, y conduciéndose a una inmediata de aquel
pueblo, hizo mansión, dando sus órdenes a los indios de su compañía, a fin de
que toda la noche estuviesen en vela y a la mira de si se asomaban los soldados
de esta ciudad; y a poco rato que estuvo allí le entregó al rebelde una carta el
Cacique de Quiquijana, nombrado Francisco Sucacahua, la cual era escrita
por el Ilustrísimo Señor Obispo de esta ciudad al Cura Santisteban de Urcos,
la que se le antregaron abierta, sin sobre escrito alguno y presumiendo dicho
rebelde, que éste era escrita a aquel clérigo Santisteban de la hacienda de Pu-
cuto, mandó se alistasen veinte y cuatro hombres y fuesen a traerlo amarrado,
en efecto fueron y lo trajeron suelto y no amarrado y poniéndolo en su presen-
cia le hizo /. 7v cargo de que por qué era traidor y no le comunicaba las cartas
que dicho Ilustrísimo Señor le escribía y que hasta entonces no sabía era su
enemigo y que lo pondría en un colegio por toda su vida, a lo que le respondió,
diciéndole que aquella carta no era para él, sino para el Cura que tenía el mis-
mo apellido y que estaba errado, a lo que dicho rebelde le dijo, pues téngase
por seguro el Cura, que no proseguiría en su curato y lo pondría en un colegio
donde pagaría su delito, como lo había mudado también al de Lampa; y dichas
estas palabras se pusieron a cenar, hubo muchos saludes y quedaron con el
clérigo en la misma amistad que antes, prometiéndole acudirlo y darle el me-
jor beneficio; y acabado esto le notició de que en Pucuto, había quince mulas
muy gordas y particulares, las que en el mismo instante las trajo a aquel para-
je su cuñado Antonio Bastidas, pidiéndolas al mayordomo de dicha hacienda
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