Page 818 - La Rebelión de Túpac Amaru II - 4
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Volumen 4
Conclusión de la rebelión
no conocía el soberano, ni puede penetrar otro que Dios, que vinculó a su
carácter esta ciencia; si esto bastó, vuelvo a decir, en materia de indicios, para
que formase juicio público un hombre que no ha tenido, ni tendrá semejante,
parece no va infundada mi opinión privada, con tal peso de fundamentos; que
acaso no caben mayores en tratado mucho más obscuro que el de la propiedad
de un hijo, y con un sujeto tanto más hábil y apoyado en su contienda que la
pobre mujer de quien hablamos.
Así, Señor Don Benito no demos muchas vueltas a este gran negocio,
porque puede traer malísimas consecuencias. Lo que puedo decir a Vuestra
Señoría es que, en mi dictamen y cristiana creencia, la conclusión es dogma.
Lo demás no es otra cosa, que codicia de unos, y genio perulero de otros.
Hablando ya de la última parte del oficio de Vuestra Señoría, en orden a que
exponga cuanto tenga conexión, y contemple oportuno al esclarecimiento de
esta materia de rebelión; digo que éste es un espacio dilatadísimo, con el que
yo no puedo ni en el día, ni en un mero oficio. Es necesario digerir cada espe-
cie por sí misma, y según todo su mérito. Si el Excelentísimo Señor Virrey me
mandase, o Vuestra Señoría gustare de ello, me concederán el tiempo necesa-
rio, y Dios me dará más salud de la que ahora tengo, para significar algo, úni-
camente, por ideas generales. Por descontado me parece que esa infinidad de
papeles que va adquiriendo y tiene en su poder el Señor Obispo es la cosa más
irrisible del mundo. Este, en que vivimos, se ha llenado de interrogatorios de
su Ilustrísima, y todos le responderán que tiene razón; que hizo muchos servi-
cios al Rey, que reconquistó el Perú, y otras fruslerías como éstas. Llámolas así,
porque estas gestiones fueron aparentes, las vió todo viviente, y yo también
diría, y digo que son ciertas, pero que ellas mismas indican el espíritu que las
animaba; pues los que no tienen de que recelar no se empeñan en accidentes.
A la verdad; todas esas exterioridades, donaciones, y méritos prueban que no
hizo ahorcar a Arriaga, que no dirigió secretamente al Rebelde, y que no sido
el escándalo de todos los hombres. ¿Por ventura, esos ejercicios de perspectiva
evacuan las pruebas que, precisamente, tendrá contra sí su Ilustrísima, ni las
ofenderán en lo más mínimo? Poco ha leído en la historia de los mortales él
que no sabe que los cuerpos enteros de rebeldes, se han mantenido en una
lealtad fingida hasta el último momento de la decisión del vencedor; y mu-
cho más ignora el que no tiene noticia de que la máscara común de todos los
traidores ha sido en toda nación, y en todo tiempo la fidelidad a su Monarca;
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