Page 813 - La Rebelión de Túpac Amaru II - 4
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Nueva Colección Documental de la Independencia del Perú
             La rebelión de Túpac Amaru II
            se miente mucho, pero está muy sosegado. Avise lo que hay y mande a su más
            apasionado amigo de corazón.— Landa.— Paucartambo y Abril de 1780».
            Esta carta se conserva original en mi poder, y la exhibiré si fuese necesario. Es
            de advertir que su contenido quiere decir para mí más que para el que la lee,
            sin los antecedentes del trato continuo que tenía yo con el Landa, que vivía en
            mi misma casa, que comía en mi mesa, que estaba en la misma opinión que
            yo, que era habilísimo y muy fiel al soberano, y por último que en materia tan
            grave decía lo posible por escrito, cuyo conductor era por lo regular un indio.
                    Parece tuve motivos para la prevención que hice a Arriaga, en orden
            a la complicidad y prisión de Túpac Amaro. Ni me queda duda me asistirían
            otros muchos en aquellos días, en que apenas hablaba toda la ciudad de otra
            cosa; pero al cabo de cinco años, ¿quién puede conservar todas sus combina-
            ciones, especies y advertencias? Lo cierto es que lo dicho es suficiente; que el
            suceso hizo verdadero mi anuncio; que Arriaga murió arrepentidísimo de no
            haber ejecutado mis consejos; y que si les hubiera tomado perfecta y pronta-
            mente, nada hubiera sucedido en el Peru. Que Túpac Amaro preso sería un
            buen conducto para saberlo todo, es cosa clara; porque me parece suponemos
            todos que este reo y los demás de su humilde esfera, no fueron capaces de
            moverse por sí mismos (la que creo debe tenerse por principio elemental) y
            estando asegurado en mi idea y en la noticia común que era uno de los com-
            plicados, podría fácilmente su corregidor Arriaga saber bien quién les movía;
            estrechándole en la prisión, como así hubiera sucedido, si se conduce el difun-
            to con sagacidad y anticipación. Y vea Vuestra Señoría los fundamentos que
            tuve para pensar y decir a Arriaga, que Túpac Amaro era uno de los amotina-
            dos; y que prendiendo a éste, sabría lo que era el Señor Obispo. Agreguemos
            a lo dicho, que el concepto siempre es más rico que la voz, porque aquél es
            espiritual, y ésta no se forma sin la fantasía, que tiene mucho de grosero y
            material. Así no hay hombre que pueda explicar todo lo que comprende, aún
            en el asunto más trivial y ordinario.
                    En aquellos meses se hablaba y discurría, con más libertad y desemba-
            razo que después de las tragedias y trastornos; yo concurría mucho con el Se-
            ñor Obispo, y mis observaciones, noticias y recelos, estaban en todo su vigor;
            con que era consiguiente que fuese como lo fué, bien fundada mi prevención
            al Corregidor difunto; todo lo que se ilustrara más con mi contestación suce-
            siva, aunque sólo bastara el tino mental que Dios me haya dado, y el servicio
            del Rey a que se dirigía. Por lo que hace a los motivos de mi creencia sobre la



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