Page 820 - La Rebelión de Túpac Amaru II - 4
P. 820
Volumen 4
Conclusión de la rebelión
de Indias se les contemple hasta dar parte, y remitirlos a España. Lo cierto es
que cuando se fomentan y se da tiempo a las disputas, de esta naturaleza y cir-
cunstancias, se desvanece la verdad en el Perú; y no pudiendo haber cosa más
cierta que el símbolo de nuestra santa fe, no brilló ni se extendió, por cierto,
hasta que el gran Teodosio hizo callar a la multitud de sus inicuos enemigos,
con su gran autoridad y fortificado respeto.
Si el Señor Moscoso es buen servidor del Rey, debió mucho tiempo ha,
y debe ahora retirarse de la América Meridional, y vea Vuestra Señoría la re-
flexión en que me fundo. Su Ilustrísima, y todo este Reino sabemos que justa o
injustamente le tienen ya las gentes calificado de Túpac Amaro; con esta mis-
ma voz se me ha quejado de ellos por dos veces el mismo Señor Obispo, y los
demás no dudamos que padece esta desgracia; por otro lado es indubitable la
ciega deferencia de estos naturales a todo aquello que contemplan bien o mal,
que puede lisonjear, no digo yo a un prelado de la Iglesia, sino es al Doctrinero
más abatido; es igualmente cierto el odio común de este gran vulgo, que sólo
anhela por apoyo para explicarlo contra la religiosa y feliz dominación que los
gobierna; es preciso confesar que el buen vasallo debe de sacrificar, hasta su
misma vida, honor y conveniencia, por apartar el más ligero peligro de sub-
versión de movimiento, y de infidencia al Soberano; con que si su Ilustrísima
es amante del Rey debió y debe hoy solicitar su retiro de estos Reinos; para
dar fin con él a la influencia de una aprehensión universal, tan contraria a la
pública tranquilidad, y tan arraigada (si hemos de hablar de buena fe) en el
corazón peruano; que sólo Dios sería capaz de variar su consentimiento.
Hasta aquí habrá notado Vuestra Señoría que he ceñido mi respuesta
a los términos que me previene su oficio de orden del Señor Virrey, evacuán-
doles sin toda aquella extensión que exige su fecundidad. Hemos hablado por
consiguiente del Señor Obispo, como vasallo del Rey, sin mezclarnos en las
ideas de Hombre y Obispo; pero por las tres dichas, y por todo lo expresado
soy de parecer, que si su Ilustrísima resulta a lo menos indiciado de infidelidad,
y si sucede en ambos casos, debería pasar a España con una pensión de veinte
mil pesos anuales que le facilitasen una vida privada, santa y cómoda en la
parte de aquel Reino que eligiese, y fuese de su agrado. En el primero; porque
el ejercicio de la justicia, siempre debe acompañarse con el de la clemencia,
como lo establecen todas las doctrinas; en el segundo, porque el Señor Obispo
no tiene genio para empleos, y viviría siempre en ellos sin sosiego de ánimo,
con peligro de su salvación y con un martirio trascendental a toda persona de
819