Page 815 - La Rebelión de Túpac Amaru II - 4
P. 815

Nueva Colección Documental de la Independencia del Perú
             La rebelión de Túpac Amaru II
            todo lo sucedido, y debieron ser el antídoto contra ello. A la verdad: ellos lo
            predijeron muchas veces del mismo modo que ha pasado: bastaría para des-
            precio el primero y segundo abandono; pero habiendo visto, la mortandad y
            ruina que ocasionaba, parece regular, hubiera despertado al más dormido; por
            los menos en mi teología no se absuelve al reo reincidente, aunque no sé qué
            hará la jurisprudencia que no profeso.
                    Entretanto todo lo ha pagado este pobre reino, y los infelices vasallos
            que lo habitamos. Gracias al Dios de los Ejércitos que por último ha dispuesto
            vea todo, apenas tomó el gobierno el Excelentísimo Señor Lacroix, a quien pa-
            rece no alucinan en Lima, aunque nuevo, como engañaron a Josué, por serlo
            en la tierra de promisión. Sin embargo, añadiré aquí lo que pueda, por mas
            que lo suponga bien sabido y justificado; y por más que se despedace mi co-
            razón, con la necesidad de sacrificarse contra su Prelado, protestando, como
            protesto, en la presencia de Dios, que lo ejecuto por el gran interés que concibo
            en ello a favor de nuestra Santa Religión, y de que no se malogre la sangre de
            Jesucristo derramada por estos miserables; porque creo firmemente que debo
            hacerlo en servicio de mi Soberano, hasta el extremo de quitar la vida a mi
            mismo padre, si le fuera rebelde, y enemigo de la Patria. En esta suposición,
            y bajo el sigilo que previene el Rey en su Real Pragmática del año 1774, in-
            corporada ya en el derecho común, añado, que auxiliando yo una tarde a José
            Gabriel Túpac Amaro me dijo clara, absoluta y distintamente, el Obispo tenía
            la culpa de todo. Esta proposición fué producida por él, en circunstancias de
            estarle yo consolando, y celebrándole de advertido y capaz, con el ánimo de
            ganarle el entendimiento, para adquirirle a Dios su voluntad. Como era este
            mi oficio, me ejercité únicamente en él, sin apurar su expresión, que suponía
            ya bien evacuado con el tormento que había sufrido, y con no habérsele referi-
            do según la ley. Estando también en la Capilla Diego Túpac Amaro, en estado
            de impenitencia, supliqué al Señor Obispo fuese a persuadirle con su autori-
            dad; díjome después de haberme manifestado mucha repugnancia, que iría si
            Vuestra Señoría se lo insinuaba; respondíle que Vuestra Señoría era cristiano,
            y no tendría reparo en ello; fuímos efectivamente, y apenas se dió principio a
            esta conversación, cuando Vuestra Señoría le persuadió a este propósito, que
            pusimos al punto en práctica.
                    Luego que entramos en el aposento del reo, nos sentamos: y comen-
            zó el Diego a reconvenirle con que había sido su enemigo; con que le había
            desamparado, que había escrito contra su vida, y otras reflexiones de esta



                                               814
   810   811   812   813   814   815   816   817   818   819   820