Page 636 - La Rebelión de Túpac Amaru II - 4
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Volumen  4
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            casi tantos agravios cuantos son sus habitantes, porque desde Buenos Aires has-
            ta esa corte apenas se oye otra cosa en los caminos si no quejas de este reverendo
            Obispo, así de clérigos como de seculares. El muy ruidoso atentado de este pre-
            lado en la diócesis de Córdoba fue la injusta persecución y las calumnias con
            que afligió a Don N. Pavón, Dean de aquella Santa Iglesia y uno de los más jus-
            tificados eclesiásticos que han venido de España docto, virtuoso y ejemplar. Por
            sólo ser europeo le atribuyó usurpaciones o mala versación en los intereses des-
            tinados a una obra que corría por su manejo y lo que es más le capituló de aman-
            cebado con ciertas religiosas de vida muy arreglada, a quienes dirigía el espíritu.
            Con estas y otras imposturas forjó la malicia varios informes contra este inocen-
            te y fueron a Madrid, pero habiendo producido el acusado sus defensas allí y en
            el Concilio de Chuquisaca éste declaró por arreglada su conducta y Su Majestad
            además de haber reprendido severamente al Obispo, proveyó al Doctor Pavón
            para el decanato de La Paz y aún corrió muy valido que estuvo consultando por
            una mitra. Estando en el Concilio de Chuquisaca maltrató de palabra publica-
            mente el mismo reverendo Obispo a un Oidor de aquella Real Audiencia, ésta y
            el ofendido elevaron al Rey la correspondiente queja y Su Majestad le manifestó
            su real desagrado haciéndole entender el respeto con que debían ser tratados sus
            ministros. Los comprobantes de ambos hechos deben parar en el Supremo Con-
            sejo de Indias. Sin que le sirviese de obstáculo hallarse constituido Padre de
            aquel Concilio mantuvo en la misma ciudad de Chuquisaca cierta ilícita amis-
            tad con tanto escándalo que son publicamente conocidos por hijos suyos dos
            que parió su amiga. Por igual motivo estuvo contribuyendo mesadas hasta el
            año pasado a una señorita de Arequipa, según se asienta por cierto, y aún en el
            Cuzco corre con mucho valimiento la noticia de que en la actualidad ejerce el
            mismo abominable vicio. Cuando transitó por Lampa y Ayaviri hizo azotar en
            su presencia en la plaza de este pueblo a la mujer de un indio principal y a un
            cacique por lo que estuvo expuesto a amotinarse aquel vecindario, de donde
            extrajo un indio para desterrarlo a un obraje. Y desde Lampa despachó más de
            cincuenta soldados a prender dos religiosos de San Francisco que burlaron sus
            prevenciones con la resistencia y con la fuga. En el Cuzco destinó también una
            partida de milicianos para el arresto de Don Justo Martínez, cura de Yauri con
            tal estrépito que agregando a esta tropa una multitud de clérigos estuviesen
            prontos a cumplir el orden al mediodía mas no pudieron verificarlo porque aún
            no había llegado a aquella ciudad el tal eclesiástico. A su ingreso en el Cuzco
            precisó a los prebendados y regidores a que llevaran alternativamente las varas



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