Page 634 - La Rebelión de Túpac Amaru II - 4
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Volumen 4
Conclusión de la rebelión
los autos bastantes indicios de complicidad contra el cesudatario del reverendo
Obispo Don Francisco Rivero, Regidor de Arequipa y contra Don Mateo Uri-
cain ambos parientes inmediatos y muy confidentes suyos. Tercero la acrimonia
con que trató el reverendo Obispo a un padre Castellanos, religioso de San
Agustín (que se cita en los autos y parece se halla al presente en su convento de
esa capital) porque delató a uno de los cómplices, pues es creencia universal que
le impidió inmediatamente el ejercicio de las funciones de su ministerio sacer-
dotal y que se ausentó del Cuzco huyendo su persecución por la estrecha amis-
tad de su prior con el Obispo, siendo de notar que aquel fue el que en el cabildo
general que convocó dicha ciudad para precaver el tumulto intentado se opuso
al dictamen de todos, que sostenía como fiel vasallo de Su Majestad el arcediano
de aquella santa iglesia, según se sabe notoriamente defendiendo los derechos
de la corona. Cuarto el empeño extraordinario con que publicamente ha defen-
dido la vida de los delincuentes confesos y puestos en capilla tanto en el Cuzco
cuanto en esa Real Audiencia, según el mismo lo ha verificado diciendo (dema-
siadamente confiado en sus recomendaciones) que no debían dudar sus clientes
los de ser absueltos mediante su favor. Quinto el haber dicho publicamente el
reverendo Obispo, Ya yo lo sabe porque me avisó Oricaín que su mayordomo
estaba incluido en la sublevación. Y el último la enemiga que ha concebido con-
tra el Doctor Don Francisco de Olleta por haberse sentenciado los reos con
acuerdo suyo al último suplicio a cuya sazón se dejó decir el reverendo Obispo
en presencia de varios sujetos que primero colgaría él a Olleta que se ajusticiaran
los presos y después que más bien merecía ser ahorcado aquel que no estos. No,
es dudable que tales antecedentes constituyen cuando no una prueba semiplena,
un poderoso argumento a favor de mi primera proposición, porque de todos
resalta la más declara adhesión a los sublevados del Cuzco y es bien sabido que
quien pretende impedir el castigo de los delitos los autoriza, y que aquel que
patrocina un delincuente apoya sus crimenes. El de Don Lorenzo Farfán (tam-
bién pariente del Obispo) y sus compañeros fue de lesa majestad tan manifiesto,
como que aspiraba nada menos que a su usurpación de estas provincias. El re-
verendo Obispo se ha declarado protector suyo y enemigo de los que como fieles
vasallos desempeñaron sus deberes en defensa de los sagrados derechos de la
corona; luego el Obispo estaba interesado en el proyecto; luego el Obispo es
enemigo del Rey y su estado, que es el primer punto. Innegables parecen Exce-
lentísimo Señor estas consecuencias según los supuestos de que se deducen.
Pero pienso vigorizarlas más con las reflexiones siguientes, luego que se declaró
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