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Nueva Colección Documental de la Independencia del Perú
La rebelión de Túpac Amaru II
se hiciese tan cruda justicia en el inocente Arriaga, tomando por pretexto los
pleitos y enredos que se seguían entre el señor Obispo y su tío sobre las compe-
tencias de Yauri y Coporaque y en mi entender fueron dichos enredos la causa
principal de que Tupa Amaro se atreviese a dar muerte a su tío de vuestra mer-
ced, la que me toca llorar toda mi vida por ser mi amigo y porque veo que per-
deré más de cuarenta mil pesos en mi hacienda y en otras cosas que quedaron
en poder de los rebeldes y no parará aquí si Dios no lo remedia. Yo no he podido
averiguar quién habrá sido el inventor de esta rebelión y creo que no será sólo
Tupa Amaro pues supe que habiendo suplicado Don Bernardo de La Madrid a
la mujer del Rebelde intercediese por él con su marido para que no le quitase la
vida había respondido que Tupa Amaro estaba esperando una carta del Cuzco y
que en vista de ella determinaría de todos los presos, esto dá campo a mucha
malicia. Al difunto tío de usted le oí en Tinta pocos días antes de la sublevación
que el principal alzado en el reino era el Obispo, cuya expresión oyó Tupa Ama-
ro que se hallaba allí a la sazón y no sería temerario el juicio de que este pícaro
intentase la sublevación fiado de que los curas habían de concurrir con las gen-
tes de su partido por ver la enemistad que su tío tenía con Su Ilustrísima y lo más
reparable de todo es que habiendo demorado la muerte del Corregidor seis días
teniéndolo preso en Tungasuca todo este tiempo no le hubiese defendido el cura
de aquella doctrina Doctor Don Antonio López de Sosa que por inmediación de
mi vecindario me consta mandaba a zapatazos a Tupa Amaro y que éste nunca
fué capaz de hacer cosa contra la voluntad del cura porque le había criado y
prestado mucha plata y aseguro a usted que si en el acto mismo de sacar al Co-
rregidor al suplicio hubiera gritado el cura, ésta es traición alzamiento de este
infame indio no hubiera muerto su tío de usted, pues yo hubiera salido y a todo
riesgo diera la vida en su defensa y se pusieran a su parte la mayor de los espa-
ñoles, pues me aseguran que hasta los indios lloraron y a mi prisión vinieron
algunos llorando amargamente diciendo que habían ahorcado a su padre y co-
nozco que la mayor parte de los indios sintieron la trágica muerte de su corregi-
dor. Pero aún cuando se quiera disculpar el cura de Tungasuca como se discul-
pará su ayudante Don Ildefonso Bejarano que después de muerto el Corregidor
hizo una plática junto a la horca al innumerable concurso que había, diciendo
entre otras cosas disonantes de que viesen el paradero de aquel hombre por ha-
ber perdido el respeto a los eclesiásticos y al señor Obispo, y que viesen que
hasta los palos de la iglesia habían servido para hacer horca para él, con otras
palabras que ofendían el honor y buena fama de su tío. Yo no oí pero lo oyeron
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