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Nueva Colección Documental de la Independencia del Perú
             La rebelión de Túpac Amaru II
            los cerros por hallarse mi tropa y sus cabalgaduras de haber andado seis leguas
            y media a galope por la noticia que me dieron de que pretendian los rebeldes
            tomar la villa antes de nuestra llegada y por que siendo ya tarde no habia el
            tiempo necesario para la acción, los diferí para la mañana siguiente, y habien-
            dome avisado su Corregidor que aquella noche se habian retirado, le envie
            inmediatamente municiones y artilleros.
                    En los seis dias de mi marcha que me separé de la columna de don
            Francisco Cuellar, me abandonaron 1.950 hombres pues constando mi colun-
            na de 3.000 al separarme solo existian 1.050. En la misma noche desertó una
            compañia entera de Cotabambas con su Teniente don José Cornejo, a excep-
            ción de una que alegó servir en el ejercito español por fuerza todos los demas
            perecieron a manos de los enemigos cerca de Ayaviri apoderandose de sus
            armas. A la siguiente habian acordado igual deserción 180 milicianos e indios
            auxiliares, cuya noticia comunicó el Cacique de Maras. En estas circunstancias
            y con el conocimiento que tenia de que la deserción se habia de aumentar a
            terminos de dejarme solo, si intentaba pasar adelante para el socorro de la Paz
            que tanto anhelaba, y experimentando la mortandad de las mulas por falta de
            pastos que consumian los hielos y la debilidad en que estaban las que habian
            de conducir la artillería, municiones y tiendas, el gran numero de enfermos y
            convalecientes, lo destrozadas que estaban las tiendas que era el único abrigo
            que tenia el soldado en tan rigido temperamento; y que si con los pocos y va-
            lerosos soldados oficiales y caballeros aventureros que fielmente se siguiesen,
            continuase la marcha seriamos victimas de los enemigos, en quienes creceria
            el orgullo apoderandose de todas nuestras armas, del general y principales
            jefes del ejercito que siempre los habia vencido; que con esta noticia podian
            sublevarse de nuevo las provincias que habian dado la obediencia; que expo-
            nia esta ciudad donde solo habia 200 hombres para su guarnición y sujeción
            de las provincias inmediatas, y a todo el Reyno aun proximo riesgo de su total
            ruina, que a cualquiera ciudad o pueblo donde llegase sin recurso de suminis-
            trarle viveres, dinero y defensores vigorosos, seriamos recibidos, aumentando
            su consternación y desconsuelo si la hallase afligida y que de perdernos inu-
            tilmente lejos de resultar ventajas al real servicio, se obscurecía su crédito, mi
            honor y el concepto que he adquirido hasta aquí a costa de numerables fatigas
            en dilatada carrera.
                    A vista de todas estas circunstancias para examinarlas maduramente y
            tomar la mas prudente determinación, junte los principales Jefes del ejercito y



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