Page 721 - La Revelión de Tupac Amaru II - Vol. III
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Nueva Colección Documental de la Independencia del Perú
La rebelión de Túpac Amaru II
El finado D. Antonio de Arriaga, que fué correjidor de esta provincia
de Tinta, nos repartió la cantidad de trescientos y mas mil pesos, segun consta
de los libros y borradores que están en mi poder. La tarifa de esta provincia es
de 112,000 pesos por todo el quinquenio. Repare US. ahora el exceso: de este
modo de proceder son todos los correjidores: fuera de tener este caballero tan
mala conducta con sus cobradores, de apalearlos, aporrearlos, tratarlos tan
mal, no solo á ellos, sino á otros comprovincianos nuestros, así seculares como
curas sacerdotes, personas de todo respeto, por decir que dependía de los pri-
meros grandes de España: fuera de esto, su mal genio, elacion y soberbia, dió
mérito á toda la provincia á fabricarle su ruina. No menos hostilizados los de
los demas provincias, han logrado del indulto aun en otro obispado, que yo le
conozca ni hubiese puesto mis pies, ni menos algunos de los mios, que á no
haber su merced tratádonos con agravios de esta clase, sino hecho su negocio,
como todos los demás, no hubiera sucedido tal fracaso.
Los correjidores nos apuran con sus repartos hasta dejarnos lamer tie-
rra; parece que van de apuesta para aumentar sus caudales en ser unos peores
que otros: dígalo el correjidor de Chumbivilcas que en término de dos años
quiso sacar un aumento mayor que lo que su antecesor habia hecho en cinco:
al fin adelantó mucho su caudal, que aun su propia vida entró en el cúmulo
de sus propios bienes, y salió muy lucido. Son los correjidores tan químicos,
que en vez de hacer de oro sangre que nos mantenga, hacen de nuestra sangre
sustento de su vanidad. Viéndose, pues, su dificil cumplimiento, nos oprimen
en los obrajes, chorrillos y cañaverales, cocales, minas y cárceles en nuestros
pueblos, sin darnos libertad en el mejor tiempo de nuestro trabajo: nos reco-
jen como a brutos y ensartados nos entregan á las haciendas para labores, sin
mas socorro que nuestros propios bienes, y á veces sin nada.
Los hacendados viendonos peores que á esclavos, nos hacen trabajar
desde las dos de la mañana hasta el anochecer que parecen las estrellas, sin
mas sueldo que dos reales por día: fuera de esto nos pensionan los domingos
con faenas, con pretesto de apuntar nuestro trabajo, que por omision de ellos
se pierde, y con hechar vales parece que pagan. Yo que he sido Cacique tantos
años, he perdido muchos miles, así porque me pagan tan mal en efectos, y
otras veces nada, porque se alzan á mayores.
Para salir de este vejámen en que padecemos todos los provincianos,
sin escepcion de persona aun eclesiástica, ocurrimos muchas veces á nuestros
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