Page 726 - La Revelión de Tupac Amaru II - Vol. III
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Volumen  3
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            casos y desastres de esta naturaleza con los correjidores, y han quedado per-
            donados y sosegados, y nosotros alborotados y maltratados: digo ahora, ¿que
            habrá motivo de perdon para otros y para nosotros de castigo?

                    Para mayor prueba de nuestra fidelidad que debemos prestar á nuestro
            Monarca, ponemos nuestras cabezas y corazones á sus reales plantas, para que
            de nosotros determine y haga lo que fuere de su real agrado y tuviese por con-
            veniente; que como somos sus pobres indios «que hemos vivido y vivimos de-
            bajo de su real soberanía y poder, no tenemos adonde huir, sino sacrificar ante
            estas soberanas aras nuestras vidas, para que con el rojo tizne de nuestra san-
            gre quede sosegado ese real pecho». Y si en el de haber enviado embajadores
            con papeles que se quieran juzgar como disonantes á las regalías del Rey mi
            Señor, castígueseme a mí solo, como á culpado, y no paguen tantos inocentes
            por mi causa; que como hasta hoy no habia ninguno de parte de mis paisanos
            que pusiese en práctica todas las reales órdenes, me expuse yo á defenderlo,
            poniendo en peligro mi vida; y si esta accion tan heróica que he hecho en ali-
            vio de los pobres provincianos, españoles é indios, buscando de este modo el
            sosiego de este Reyno, el adelantamiento de los reales tributos, y que no ten-
            gan en ningun tiempo opcion de entregarse á otras naciones infieles, como lo
            han hecho muchos indios, es delito; aquí estoy para que me castiguen, solo al
            fin de que otros queden con vida, y yo solo con el castigo; pero ahí está Dios,
            quien con su grande misericordia, me ayudará y remunerará mi buen deseo.

                    No puedo dejar de informar á US. otro mal que se padece, que es la di-
            sipacion de los templos en su aliño, menoscabo en su rentas; de suerte que ver
            un ministro de la Iglesia en el altar, causa grima el verlo, por el total descuido
            que tienen los curas de las vestiduras sagradas. Pero esto que es cojer obven-
            ciones y las rentas de la Iglesia, hacer comercio de ellas, tienen particular gra-
            cia; porque todo cede al fausto, pompa y vanidad de sus familias: en sus casas
            parroquiales y aderezos de mulas, se ven las mejores tapicerías, espejos, repi-
            sas de marquería y en los templos divinos, trapos y andrajos. Y fuera cuanto
            dijera de los curas chapetones, tengo hecho y reparo de que omiten los cargos
            de su obligacion, y les parece que satisfacen por terceras personas. Ellos como
            no saben la lengua de la tierra por ser extranjeros, no explican por sí mismos
            la doctrina, de suerte que hay muchachos y muchachas de veinte años, que no
            saben ni el persignarse: yo juzgaria temerariamente de la poca suficiencia de
            ellos; mas atribuyo á la permision divina que así nos convendrá.



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