Page 523 - La Revelión de Tupac Amaru II - Vol. III
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Nueva Colección Documental de la Independencia del Perú
La rebelión de Túpac Amaru II
de la Iglesia, porque se tuvo noticia de que bajaba la tropa de Tupa Amaro, y
se alojaron dentro de la Iglesia los que pudieron caber en ella y los demás en el
cementerio, donde estaban los centinelas remudándose de dos en dos horas y
guardias de vista en las bocacalles. Que a las cuatro y media de la mañana del
día siguiente sábado diez y ocho, dio noticia uno de las guardias, que ya la
tropa de Tupa Amaro estaba muy cerca de dicho pueblo, bajando por una la-
dera o morro que hace para la iglesia. Que inmediatamente los nuestros pre-
pararon las armas y el Sargento Mayor Arechaga, viendo la bandera de la tropa
adversa, juzgó que era nuestra, del pueblo de Quiquijana, y se equivocó; y
empezaron a tirar piedras con las hondas, por detrás de una pared que corres-
pondía a la parte del Sagrario de la iglesia; de modo que la fusilería nuestra no
podía hacer oposición, porque la misma pared servía de embarazo; pero no
para las piedras que tiraban los otros; y viéndose acosados de los enemigos, se
acogieron a la misma iglesia los nuestros, con tanta presura y bulla, que al
entrar se cayó uno de los soldados, y como por encima de él pasaron los de-
más, se sofocó y murió. Que de la misma iglesia se defendieron los nuestros,
disparando la, fusilería hasta las ocho y media del dicho día; que a esa hora,
empezaron a dar fuego los contrarios por los techos de la iglesia, a tiempo que
recibieron la absolucion; y que en esta confusión, se confesaron muchos con el
capellán Don Juan Mollinedo, el cura y su ayudante. Que todos tres también
estuvieron en la iglesia, quienes manifestaron a nuestro Amo. Que viendo que
el incendio grasaba tanto, que ya se quemaban y caían los palos de la techum-
bre y reventaban las tejas, iban minando para lo interior, abrasándose ya los
retablos y la gente que estaba dentro de la dicha iglesia, se arrojaron a salir por
no perecer en el incendio y al salir los iban matando a palos, pedradas y rejo-
nazos; y los que de temor no salían, se abrasaban adentro y milagrosamente se
escaparon varios y entre ellos el declarante, que zafó a una capilla que está
distante del pueblo y se estuvo allí refugiado, hasta que se concluyó la función.
Que Tupa Amaro se mantuvo montado a caballo en un morro tras de la igle-
sia, y mandó a los suyos que la reconociesen, y de facto hicieron esta diligen-
cia, y a los que encontraban iban matando en la iglesia; en el Altar mayor, dice
el presbiterio, la sacristía y demás partes donde encontraban los nuestros; y
pasaron los muertos de mas de trescientos, a quienes desnudaron de todas sus
vestiduras y los dejaban en cueros y estaban los cuerpos desparramados en las
calles, plaza e iglesia. Que encontró a ese tiempo el declarante con Felipe Ber-
múdez, amanuense que fue del corregidor difunto Don Antonio de Arriaga,
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