Page 421 - La Revelión de Tupac Amaru II - Vol. III
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Nueva Colección Documental de la Independencia del Perú
             La rebelión de Túpac Amaru II
            crucifije y tanto por socegar al pueblo como por hacer un ejemplar y por que
            de su confección resultaba reo de estado y no me atrevía a mandarlo a parte
            alguna, temeroso de que intentasen los mismos indios su libertad, le impuse
            la pena de horca que sufrió el día 4, en este día tuve noticias ciertas de que
            estaba el rebelde en Macari, pueblo ya de mi provincia y que venía a Ayabiri,
            hice se alistase la gente para que inmediatamente marchásemos y me dicen
            Señor las armas que se dan por corrientes no lo están, examínelas prolijamen-
            te una por una y conocí no habían surtido efecto las órdenes, bien es verdad
            que los armeros eran unos muy malos herreros, yo ni aún estos tenía y el tiem-
            po era escaso, no me pareció ni a ninguno que debíamos ponernos en un ca-
            mino donde podíamos ser atacados sin llebar las armas prontas y asi suspendí
            hasta el inmediato día se efectuase y previne no quedarse en aquella tarde y
            noche, arma que no estuviese compuesta, además que no se hallaba una mula
            capaz de hacer dos jornadas, ni pastos para que éstas pudiesen alimentarse,
            trabajando como en cada instante recibía cartas y en cada una de ellas noticias
            de que venían por este lado, por el otro, etcétera, y no sabía a cual atenerme
            para aplicar allí el remedio, pues los medios más eficaces y conseguí dos hom-
            bres de espíritu llamados Don Vicente Rosel y Don Figueroa, quienes me pro-
            metieron traerme noticias individual de la situación en que se hallase el ene-
            migo, hiciéronlo efectivamente, pues el día seis a las seis de la tarde, se
            presentaron estos diciéndome se hallaba en Ayabiri. La noche del 5 con cartas
            que habíamos recibido noticiando esto mismo escribimos a dicho pueblo al
            Coronel Don Pedro de Ballina y Teniente Coronel del Regimiento de Infante-
            ría de Lampa, para que si las noticias continuaban adversas y conocían segu-
            ramente la superior fuerza del enemigo (que nunca dudamos) se retirasen en
            buen orden a incorporarse con nosotros, respecto a que no estábamos prontos
            a salir y aún cuando lo hubiésemos estado no era posible llegase a tiempo
            nuestro socorro como era posible se defendiesen estos hombres con pocas
            más bocas de fuego que ciento con las que habían venido de Carabaya, aún
            cuando los hombres fuesen como eran mil y trescientos o cuatrocientos. Pero
            vea Vuestra Excelencia que gente para emprender una acción no fue necesario
            más que el que llegasen a entender la retirada que se debía hacer a Lampa,
            para que como una porción de moscas desapareciesen por un lado y por otro
            quedando muchos de los del pueblo gustosos en el mismo, como que a ellos
            no les comprendían las amenazas del tirano; apenas tuve las noticias de ese
            suceso y de que el enemigo estaba en los altos de Ayabiri, de donde escribió al



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