Page 422 - La Revelión de Tupac Amaru II - Vol. III
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Volumen  3
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            Cura la adjunta carta y exhorto, cuando hice juntar a todos los señores que
            componían la junta, que inteligenciados de lo expuesto y atendidas nuestras
            circunstancias y la desconfianza de la gente por su torpeza en el manejo de las
            pocas armas que teníamos, que las escasas municiones que con indecible tra-
            bajo habíamos juntado se perdieron la noche del 3 en el alboroto, pues como
            aún no estaban las cosas arregladas cada uno tomó en la confusión lo que
            quiso y nadie volvió ni un cartucho y los mil que mandaron de esta ciudad
            eran inútiles, por ser de pólvora de mina y aún de estos se llebaron mas de
            cuatrocientos, que no teníamos bastantes armas aún cuando hubiera habido
            las referidas municiones, que la gente estaba consternada y la más desarmada,
            pues aunque yo franqueé cuantos cuchillos quisieron y di fierro de que hice
            hacer lansones faltaban astas en que amarrarlos, tuvimos todos por conve-
            niente retirarnos a un puesto ventajoso a donde esperásemos el socorro de
            Arequipa (que era a nuestro entender el que decidía la acción por que había la
            tropa arreglada de que hablé a Vuestra Excelencia y por que es gente mas dis-
            ciplinada) supimos esa misma tarde por un sargento que vino de comisión
            para imponerse más en el asunto, despachado por el Comandante de la dicha
            tropa del Callao, que el socorro no venía ni se pensaba en que viniese por ra-
            zones fuertes que tenían (y que expondrán sin duda reconvenidos) y reformar
            el regimiento y previne a las compañías se preparasen a marchar en aquella
            misma noche, llegáronse a mi varios oficiales a preguntar a donde marcha-
            mos, respondiles a donde a Vuestra Merced se les mande, examinando al mis-
            mo tiempo con esto si eran gentes que estaban obedientes y firmes, retiréme a
            que firmasen en mi casa varias diligencias (que aún no lo pude conseguir) y
            vinieron a avisarme que la tropa iba desfilando y que cada uno se marchaba
            por su lado, volví a la plaza encontréla sin una alma, vi también que la tropa
            de Puno y Chucuito, unos salían a caballo, otros cargaban, otros iban a pie y
            que todo era desorden, mi voz era inútil, mis órdenes hacían tan poca impre-
            sión como la de los demás, pregunté a sus respectivos corregidores que era
            aquello, me respondieron como hemos quedado en retirarnos. A señores, esto
            no es en lo que hemos quedado. La retirada debe ser con toda la tropa, la mía
            me ha dejado, ésta que suspenda su marcha, iremos juntos y me dijeron varios
            que iba la pampa llena y a nadie obedecían, en tales circunstancias fui a pasear
            el pueblo y miré con el dolor que Vuestra Excelencia debe creer, empleados a
            todos sus vecinos en juntar cuanto tenían, saliendo con ellos cargados apresu-
            radamente a otros pueblos más distantes, llegáronse a mi dos y me dijeron,



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