Page 420 - La Revelión de Tupac Amaru II - Vol. III
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Volumen  3
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            inmediatamente preguntéle el fundamento y certidumbre de la noticia a que
            no se respondió la había traído un mayordomo suyo a la estancia de Queque,
            el que inmediatamente había vuelto a marchar para que avisase con puntuali-
            dad cuanto ocurriese, no podía yo en estas circunstancias dar entero crédito a
            la noticia, pero ni tampoco despreciarla. A poco tiempo recibí cartas que me
            daban idea de lo mismo e incontinenti mandé juntar a todos los principales,
            cabos militares y demás hombres de mediana capacidad, que me expusiesen
            su dictamen y me dijesen (como que yo no conocía nada del país) si efectiva-
            mente podían dar el golpe a Lampa sin tocar en Ayabiri, pueblo que por su
            capacidad y oportuna situación había destinado para reunión de nuestras
            fuerzas, etcétera. Señaláronme tres o cuatro caminos por donde con mucha
            mas aceleración podían caer a Lampa que al dicho pueblo y que era mas regu-
            lar asi lo hiciesen por que era la capital donde se hallaba lo que el buscaba, que
            eran corregidores y europeos, diéronse finalmente los votos como consta del
            documento que remitiré y habiendo antes de salir de la junta, recibido otra
            carta que confirmaba nuestros recelos se acordó unánimemente no desampa-
            rar aquel pueblo de la poca tropa que tenía, antes sí, dar orden de que volvie-
            sen los doscientos cincuenta hombres que habían salido, que el gobernador de
            Chucuito, que se hallaba con su gente en Juliaca y pasase a Ayabiri, se le llama-
            se también y que los regimientos de Azángaro e infantería de Lampa, que se
            hallaban en dicho Ayabiri, se reuniesen a nosotros, diéronse las órdenes y lo
            ejecutaron el día 3 los dos primeros, pero los dos referidos regimientos que
            apenas tenían 80 escopetas hicieron su consejo alla y resolvieron no podían ni
            les parecía conveniente dejar aquel pueblo. En esta noche del tres tuvimos una
            alarma falsa (cuyo verdadero origen no ha podido bien averiguarse) que me
            hizo mas que todo desconfiar del ningún buen suceso, ví el desorden y la con-
            fusión que de ella se originó, sin que nadie acertase hacer cosa que fuese útil a
            pesar de los cuidados de los referidos corregidores: junté como me fue posible
            mi gente cuasi toda desarmada, di vuelta al pueblo, me avancé con algunos a
            los parajes, por donde decían estar, hallé ser todo falso y habiendo destinado
            partidas que se avanzacen dos o tres leguas, volví al pueblo en que hallé la
            novedad de que habían querido dar muerte al primo del rebelde, que tenía
            preso y lo hubieran conseguido, si yo no hubiese previsto que la voz que había
            causado el alboroto podía ser con el fin de libertarlo; mandé inmediatamente
            a mi casa (donde se hallaba preso por la ninguna seguridad de la cárcel) una
            compañía y cuando ésta llegó lo iban a dar un carabinazo. Levantóse la voz de



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