Page 419 - La Revelión de Tupac Amaru II - Vol. III
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Nueva Colección Documental de la Independencia del Perú
La rebelión de Túpac Amaru II
fecha de la última dije en ella que iban a salir algunas compañías al otro día
para acercarse a la raya por donde yo creía que podría hacer su invasión, mar-
charon efectivamente 250 hombres armados en la mejor forma que se pudo,
para lo que me ví precisado a hacer sacar filo a 120 cuchillos de marca mayor
y que estos se hiciesen firmes en unas astas amarrados con cueros, pero no
pudiendo encontrar aquellas para efectuarlo en mi casa y entregar a cada uno
la suya, mandé que todos se presentasen con un palo para entregarle su cuchi-
llo, dijéronme era mas acertado los entregase a los capitanes y que éstos los
repartiesen y cuidasen de la ejecución de lo mandado, efectuóse y cuando
quise revistarlos antes de salir, me hallé que muchos habían guardado los cu-
chillos nuevos y puesto en su lugar una punta de un viejo, incapaz de herir ni
ofender, otros lo habían amarrado con una cuerda de lana, dándole apenas
dos vueltas, otros con un palo de media vara escasa, mal formado grueso
como una pierna y en fin una descompostura y desigualdad, que me hizo co-
nocer la ninguna satisfacción que debía tener del buen éxito de la función,
aquellos a quienes se habían entregado las 18 o 20 escopetas del pueblo, las
llevaban unos sin piedras, otros con ellas del revés, cual sin baqueya, cual con
la llave sin un tornillo y asi en lo demás habiéndoselas entregado corrientes
apenas veinte horas, antes infiera Vuestra Excelencia de esto que esperanzas
podría yo fundar en esta clase de soldados, tuve mil dificultades para hacer
que esta gente marchase y ya que conseguí convencerlos se me presentaba el
inconveniente de bagaje, tanto para ellos como para víveres, hallélos para el
segundo efecto, teniendo mas facilidad sin duda por lo escaso de ellos, pues
jamás pude recoger arriba de 6 fanegas de harina y asi de lo demás, imagine
Vuestra Excelencia mi situación y la de los demás corregidores, viéndose lle-
nos de deseos de hacer un servicio al Rey, a la patria y aún a nosotros mismos
(pues su principal pretensión es dirigida a conseguir nuestras cabezas) y faltos
al mismo tiempo de medios ni socorros para conseguirlo. Ultimamente mar-
charon llevando por Comandante (a quien también sin motivo repugnaron) al
Teniente de Navío Don Francisco Dávila Corregidor que fue de Puno. El día 2
por la mañana apenas acabavamos el Corregidor de Azángaro y yo de recli-
narnos sobre la cama se presentó en nuestro cuarto el Sargento Mayor de Ca-
ballería Don Luis Tovar exclamando somos perdidos, nos han vendido, vamos
a ser asesinados con otras exageraciones, que no solo consternaron los ánimos
de los que en mi casa le oyeron, sino también los de todos los habitantes de
aquel pueblo, a cuyos oídos llegó la noticia con increible rapidez, levantéme
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