Page 380 - La Revelión de Tupac Amaru II - Vol. III
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Volumen 3
Inicio de la rebelión
que supiere y fuese preguntado: Y siéndolo sobre todo lo acaecido el día diez
y ocho con nuestra tropa en el pueblo de Sangarará; dijo: que con motivo de
haberle nombrado Don Fernando de Cabrera, Corregidor y Justicia Mayor
que fue de la Provincia de Quispicanchis, y como Comandante de la tropa
que marchaba contra el rebelde Cacique de Tungasuca, José Tupa Amaro, por
Capellán de ella, sabe y le consta que el día diez y siete de que corre, llegó la
tropa nuestra al pueblo de Sangarará a donde entró a las tres y media de la
tarde y se publicó por bando el auto expedido por la Junta de Guerra de esta
ciudad, haciendo presente el horrible delito de Tupa Amaro y ofreciendo di-
versos premios a los que lo trajesen vivo o muerto, dejáronse ver entonces los
caciques de Acomayo, Acos, Pirque, Huayqui, Rontoca, Pomacanchi y el del
mismo pueblo, simulando estar por nuestra parte, aunque después se recono-
ció ser de la facción del contrario: Se empezó a acuartelar la gente en diversas
partes del lugar y con noticia que se tuvo de la marcha precipitada del indio
rebelde, se formó·Consejo de Guerra entre el Corregidor Comandante y ofi-
ciales; y aunque Don Tiburcio Landa fue de sentir se tomase un morro, que
estaba a espaldas de la iglesia, que por lo dominante de la campana, por donde
habían de ingresar los indios, estaba en situación ventajosa para formar en él
nuestro real: El comandante opinó otra cosa, siendo de sentir se forzosamente
en la iglesia, cuyo cementerio estaba circuvalado de una pared de arcos, que
podía servir de trinchera, a que adhirieron los demás; y el referido Landa se
conformó forzosamente, bajo la protesta de que si la acción por esto se perdía
caería sobre el dicho Comandante la responsabilidad; durante la noche hu-
bieron algunos cuidados sobre la venida del enemigo, que se pronunciaron
aquietar; cuando a las cuatro y tres cuartos de la mañana se vieron cercados
de los indios, sin ser sentidos hasta que tuvieron ganado el cementerio, única
trinchera que se propusieron tomar; la multitud de piedras que de la puerta
de la iglesia disparaban a los que osados se acercaban a ella era suma; y en una
de ellas a Don José Antonio de Urizar, sobrino de Don Isidro ele Guizasola,
le llevó un ojo y medio carrillo, quien sin embargo de esto se mantuvo con
valor hasta que murió en la refriega: La fusilería diestramente manejada por
los mestizos de Sicuani y Tinta no incomodaba menos, de suerte que nuestra
artillería en su descarga operaba poco o nada en ellos, porque no tenía mas
blanco que el de la puerta y de esta se retiraban y acercaban los rebeldes a su
arbitrio: Don Tiburcio de Landa, lleno de osadía salió a la puerta de la iglesia
por ronperlos y recibió una bala en el brazo derecho, que habiéndole quebrado
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