Page 602 - La Rebelión de Tupac Amaru Vol 1
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Volumen  1
                                                                          La verdad desnuda
                    Después que se restituyó Su Ilustrísima de Sicuani, vino a esta Ciudad
            Andrés Mendiguren (por otro nombre Noguera) y con gran satisfacción se
            apeó y estuvo hospedado en el Palacio Episcopal todo el tiempo que perma-
            neció aquí.
                    Su padre Pedro Mendiguren fué supliclado, como uno de los cabeza de
            la Rebelión, con Jose Gabriel Tupac Amaru, y se enterró en el lugar destinado
            a los reos. lnteresóse el Andres con su Ilustrísima, a fin de que se concediese li-
            cencia para trasladar los huesos de su padre a sepultura honrosa; y le permitió
            que los depositara en la bóveda misma que tiene destinada esta Santa Iglesia
            para sus prebendados; cuyo hecho ocasionó el debido sentimiento, y mucho
            escándalo al público.
                    El mismo Ilustrísimo suscitó conversación a dicho Noguera sobre sus
            sacrílegas hazañas, con cuyo motivo le pregunto: ¿y en cuánto tiempo des-
            truisteis a Sorata? A que le respondió, con gran desverguenza y denuedo el
            rebelde: en tres o cuatro días acabe con ella; y como si tuera la acción mas
            laudable, y digno de alabanza su valor, palpándole el hombro le dijo: ¡buen
            muchacho!; en lugar de reprenderle severamente los sacrilegios y atrocidades
            que perpetró allí este infame cholo. Los cadáveres de Farfán y sus compañeros
            también fueron sepultados como delincuentes; pero por insinuación de este
            Señor Obispo, se trasladaron al mejor paraje de la iglesia de San Francisco de
            esta Ciudad.
                    El 26 de Agosto anterior se celebraron en dicho Convento las honras
            más suntuosas por José Gabriel Túpac Amaru, costeadas por su hermano Die-
            go. Iluminóse la iglesia con más de dos mil luces, y se hicieron los oficios, casi
            con tanta magnificencia, como si fueran exequias de alguna persona real. Pre-
            súmese, prudentemente, que el Guardián no se hubiera atrevido a practicar,
            por sí, tales honras por un sujeto tan infame, que según las leyes le es hasta su
            cuarta generación; y, consiguientemente, se cree que haya tenido precepto de
            Su Ilustrísima para ello, por ser muy verosímil según los antecedentes apun-
            tados. Pero discurra Vuestra Señoría un poco sobre el desarreglado modo de
            pensar de este Obispo, cuando se le ve empeñado en honrar extremosamente
            las cenizas de unos hombres escelerados, sacrílegos y perversos, y en ofender
            las de un ministro del Rey, tan benemérito como Don Antonio de Arriaga,
            imputándole vicios que no tuvo, con el objeto de robarle la buena fama de
            que es digno. Y saque Vuestra Señoría de todo las consecuencias que quiera,





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