Page 470 - La Rebelión de Tupac Amaru Vol 1
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Volumen 1
Informe sobre las causas de la sublevación de 1781
efusione non fit remisio, aludiendo a la que derramó Nuestro Dulcísimo Re-
dentor por redimirnos a todos de pecado y de la esclavitud del demonio.
Tampoco, aunque en diverso sentido, se logrará la perfecta conver-
sión, la docilidad al suave yugo de la ley, y el verdadero y sólido cristianismo
de aquellos miserables americanos que no están del todo fuera de sus errores,
ni libres de las tinieblas y sombras del gentilismo, sin una constante solicitud,
paciencia y celo apostólico de sus curas y pastores superiores, los cuales, sólo
entonces podrán decir con San Pablo que han cumplido perfectamente sus
deberes pastorales y parroquiales, y merecido la corona de justicia y la pose-
sión de los soberanos bienes prometidos a sus fatigas y laboriosos ministerios;
cuando tengan la dicha de morir en la demanda, o de derramar su sangre a lo
menos en deseo, por la salud espiritual de aquellas ovejas de Jesucristo, o por
arrancar de raíz en sus feligreses, el pecado, las supersticiones, embriagueces y
demás vicios.
Yo no sé quién se podrá persuadir, Ilustrísimo y Reverendísimo Pa-
dre, que habiendo prometido Jesucristo tan solemnemente, asistir y proteger
su Iglesia hasta el fin de los siglos, siendo el mismo ahora que ayer o siem-
pre, no estando abreviada su mano todopoderosa, encogidas sus piadosísimas
paternales entrañas, ni disminuídas en nada su Misericordia, si nosotros sus
ministros implorásemos sus auxilios y los socorros de su gracia, con gran fe
y confianza en su infinita bondad y clemencia, con fervor, perseverancia y
desinterés propio, dejásemos de conseguir las luces y fuerzas necesarias para
radicar y fomentar la fe y máximas católico-cristianas, en todos los naturales
de aquellos vastísimos dominios de América; porque bendiciendo entonces
el cielo nuestros trabajos y nuestro celo apostólico, aún del terreno más árido,
indócil, grosero e inculto, haría el Señor que cogiésemos tan copiosos frutos,
como cosecharon los primeros operarios evangélicos; y convirtiríamos, con-
vertidos nosotros, hasta las mismas piedras, en hijos de Abraham y de Dios.
Todo lo cual, supuesto como verdad constante, y experimentada en
mucha parte por mí mismo; para subvenir a la decente congrua sustentación
que, precisa y canónicamente, deben tener los Curas o Doctrineros, pues los
que sirven al Altar, de este propio servicio y ministerio deben sacar su hono-
rario y alimento, según la expresión del apóstol y el dignus est operarius mer-
cede sua, se ha pensando mucho ha, por algunos celosos y experimentados
Ministros de Su Majestad, que han estado empleados en aquellas provincias
del Perú, que el modo y medio más conveniente de satisfacer dicha congrua y
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