Page 163 - La Rebelión de Tupac Amaru Vol 1
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Nueva Colección Documental de la Independencia del Perú
La rebelión de Túpac Amaru II
fuego á muchas casas de españoles, y haciéndose reconocer de los indios en
calidad de príncipe, obligó á los curas que se mantenian en los pueblos, á
que le recibiesen en sus iglesias bajo de palio y le cantasen el Te Deum, como
se hizo en algunas sin resistencia, lo que obligó a retirarse con la poca tropa
de gente española al justicia mayor, comandante de las armas, D. Pedro de
Concha. Hallábase esta ciudad llena de estos cuidados con la inmediacion del
enemigo. Advertia su mucho número, y que á un mismo tiempo estaban fati-
gadas de otros ejércitos suyos las provincias de sus costados por la derecha é
izquierda, con el fin de cercarla, para cuyos reparos no omitia la junta de Gue-
rra con eficaz empeño cuantas diligencias eran oportunas, y despachó postas
al comandante D. Gabriel de Avilés, destinado por el Virey de Lima al socorro
de esta ciudad, para que acelerase su venida. Este distinguido jefe lo hizo así, y
con forzadas marchas, venciendo las dificultades de conducirse con su tropa,
armas y municiones, verificó su entrada en ella la tarde del día 1° de Enero de
781, con la incomodidad de una copiosa lluvia. Se hizo sentir luégo el general
consuelo que recibió este vecindario con este auxilio, que aunque fué sólo de
doscientos milicianos pardos de Lima, el aumento de armas y pertrechos, y
más que todo, la presencia de un comandante militar, cuya pericia y nobles
calidades eran conocidas, alentó su espíritu, y fundó una justa confianza de
su defensa. Posesionado en el mando de las armas, mantuvo en el empleo de
inspector á D. Manuel de Villalta, en el que hacia de ingeniero á D. Márcos
Baulen, en la comandancia del cuartel á D. Joaquin Balcárcel, en el de mayor
general á D. Juan Manuel Campero, y en sus ejercicios y destinos á los demas
jefes y comandantes de los respectivos cuerpos. Y no perdiendo instante en
imponerse el estado en que se hallaba la ciudad, el número de sus tropas, los
parajes que debian resguardarse, previno cuanto se hizo necesario á contra-
restar y desvanecer las ideas del enemigo. Dispuso saliese un destacamento de
mil hombres, todos milicianos urbanos y provinciales de infantería y caba-
llería, con la gente que se hallaba en el pueblo de San Jerónimo con D. Pedro
Concha, para que embarazase el rebelde la entrada por la parte llana que se
nombra la angostura, dos leguas y media de esta ciudad, en cuya inmediacion
se hallaba el atrevido insurgente para llegar á invadir los dos pueblos de San
Jerónimo y San Sebastian, que son parroquias de ella, y subir por sus alturas al
cerro de nuestra antigua fortaleza que la domina.
Confió el mando de esta tropa al sargento mayor de ejército don Joa-
quin de Balcárcel, y de su segundo D. Francisco de Laysequilla, quienes ace-
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