Page 51 - Padres de la Patria
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de ellos y que la utilidad de la compañía resulta en su favor. Así que el amor a
la patria es una pasión fundada en naturaleza, que nace del corazón y se
fortalece con el pensamiento. La patria es aquella parte del mundo físico y moral
que nos rodea en la edad primera y se identifica con nuestro ser en la época
más risueña de la vida. Es el arroyo que nos refrescaba, el árbol que nos daba
sombra, la casa de nuestros entretenimientos pueriles, los padres que nos
educaron y regalaban, sus amigos y los nuestros que desarrollaron los
gérmenes de la sensibilidad y la virtud plantados en nuestro pecho. Esta patria
imprime unos afectos tan arraigados que nos acompañan hasta el sepulcro;
siendo frecuente ver hombres elevados a la cumbre del honor y del poder, para
quienes todo el globo ofrecía tal vez pequeño teatro, ir a esconder su existencia
en un rincón del suelo nativo, donde se forman otro mundo ideal más placentero.
Conexa con esa patria física y moral, pero de superior orden la política, es cada
una de las grandes asociaciones que reunidas bajo ciertos pactos tienen por
objeto la conservación del todo y de los miembros, su bienestar y
engrandecimiento. A tal aspecto la patria importa lo mismo que la nación o el
Estado y es lo más augusto que se conoce en la tierra, porque no tiene autoridad
sobre sí, sino la del eterno legislador y porque están a su disposición todos los
arbitrios que puede prestar la fuerza, cuando la razón no alcanza en la
reclamación de sus derechos. Y es también lo más caro en la doble acepción de
la voz, porque abraza cuanto amable y precioso hay en la vida y por la
erogación de los bienes, del reposo y de la vida misma que exige. No conocen
los humanos oficios tan respetables, como los que los unen formando el cuerpo
social: el amor paterno, el conyugal, la amistad desaparecen a su presencia y
hasta la conservación propia, fin primario de la unión, se aventura como un
medio de la consecución de aquel fin; consistiendo la singularidad no en el mero
hecho, sino en la necesidad, en la obligación de arriesgarla toda vez que llegue
el caso. De aquí las expresiones usuales de consagración, aras y sacrificios, que
perteneciendo propiamente a nuestras relaciones con la Deidad, explican del
modo metafórico más significante los esfuerzos que hacemos en obsequio de la
patria.
¡Ah! y cuan importante es unir en la dedicación que le profesamos las luces de la
razón a los impulsos del ánimo. El amor de la patria considerado como una
pasión se halla por desgracia en el mismo caso que cualquier otra. Se rinde a
pasiones menos nobles si son más fuertes, se extravía de su fin o se exalta con
demasía, se halaga con apariencias y, en suma, está sujeto a todas las
aberraciones del espíritu y del corazón. Otra consistencia, otra firmeza asiste al
que está apoyado en el conocimiento reflejo de su entidad y requisitos. Su
marcha uniforme y regular, sostenida y majestuosa lo asemeja al astro del día,
que se eleva gradual, pero irresistiblemente, hasta llegar a pleno esplendor,
mientras que el primero es como un bólido agitado de los vientos, que atraviesa
rápidamente la atmósfera para dar estallido en un momento. Pueblos llamados
recientemente al goce de los beneficios sociales, he aquí el más digno objeto de
vuestras meditaciones: estudiad la patria para mejor amarla, puesto que el amor
que la profeséis ha de ser la medida de vuestra felicidad.
Entre los grandes progresos que han hecho hacia su perfección las naciones
civilizadas, ninguno puede compararse a lo que ha adelantado la ciencia del
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