Page 48 - Padres de la Patria
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había sido el Cáucaso en que el mismo Vulcano tenía al pueblo, como a otro
                  Prometeo, aherrojado con fuertes cadenas.

                  ¿Qué más podía haber hecho Lima que lo que hizo en las circunstancias en  que
                  se hallaba constituida? Imputar a apatía la retardación de su independencia, es
                  no  conocer  la  causa  que  palpará  todo  el  que  tenga  ojos  para  ver.  Cuando  el
                  poder tiene obstruidos todos los recursos y cuando trata de romper el yugo es
                  para gravarse más con él, y ser víctima ¿qué dictan la prudencia y  la razón? El
                  mismo  amor  a  la  libertad  e  independencia  ordena  el  sufrimiento  y  esperar  la
                  ocasión oportuna para proclamar la libertad. El gran Junio Bruto, aquel apoyo de
                  la  libertad  romana,  y  el  fundador  de  ella,  aquel  amante  de  la  patria  hasta  el
                  extremo  de  sacrificar  sus  propios  hijos  y,  después  de  condenarlos,  tener
                  tranquilidad para ver correr su propia sangre, sufrió por muchos años el tiránico
                  yugo de Tarquino, y pasaba en Roma por un demente, con cuya  salvaguardia
                  se  libertó  de  ser  sacrificado.  Esta  amencia,  esta  apatía,  obra  del  juicio  y  del
                  verdadero vigor, se desvanecieron en su oportunidad y fueron el  fundamento de
                  la  gloria  de  Roma.  El  verdadero  valor  no  está  en  tentar empresas  imposibles,
                  sino  en  aguardar  los  momentos  favorables  a  las  grandes  obras  y,
                  principalmente,  a  aquellas  que    van  a  trastornar  los  Estados;  en  cuya
                  conservación  tienen  interés  los  que  están  a  la  frente    de  los  gobiernos,  son
                  árbitros de las armas, dan el tono a la política, y tienen en su mano la suerte de
                  los hombres.

                  No se necesita apurar los raciocinios para probar que el hombre naturalmente
                  ama la libertad y propende a ella; y componiéndose los pueblos de hombres, los
                  pueblos han de amar su libertad, y este amor ha de crecer en proporción de las
                  luces de los países.

                  Haciendo justicia a esta capital, sus luces son conocidas y las que ha habido en
                  el nuevo mundo las ha poseído esta ciudad. ¿Cómo pues podrá dudarse de su
                  amor  a  la  libertad  y  de  haber  deseado  estar  en  posesión  de  ese  bien  tan
                  estimable?  Despreocupémonos  de  la  ilusión  de  que  hay  pueblos  apáticos  y
                  enérgicos.  Es  una  quimera  desmentida  constantemente  por  la  historia,
                  verdadera  maestra  de  la  política.  Los  pueblos  son  hijos  de  los  genios  de  las
                  diferentes  épocas.  Roma  en  tiempo  de  Pirro  fue  un  pueblo  de  héroes  y  el
                  Senado pareció a Cineas un congreso de reyes. Pero en la guerra de Yugurta,
                  ya era en concepto de aquél príncipe una ciudad venal que presto se vendería al
                  primero  que  la  comprase.  Y  posteriormente  Tiberio  exclamó,  al  ver  las
                  adulaciones con que ensalzaban su tiránico gobierno, que los antiguos señores
                  del mundo eran unos hombres nacidos para la servidumbre. El terreno y el clima
                  de  Roma  era  el  mismo  en  todos  los  tiempos.  Atenas,  la  cuna  de  la  libertad
                  republicana  y  de  las  letras,  yace  hoy  sumida  en  la  esclavitud  e  ignorancia,  y
                  puesta bajo la tutela del jefe de los eunucos negros del gran sultán. ¡Oh Solón!
                  ¡Oh Arístides! ¡Oh Demóstenes! Pero más propiamente: ¡oh tiempos! ¿Qué fue
                  la Inglaterra en tiempo de Domiciano? Lo que aparece en la pluma de Tácito. ¿Y
                  qué es hoy? La señora de los mares y el centro de la política. Lima, la opulenta y
                  la amable, la favorecida del cielo, ¿Qué podrá ser cuando coseche los frutos del
                  árbol  de  la  libertad  que  acaba  de  plantarse  en  sus  campos,  y  porque  ha
                  superado de fecha muy larga? Entonces desplegará toda su energía y entonces




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