Page 149 - Padres de la Patria
P. 149
agentes de la administración y el consuelo de ver turnar estas investiduras, aún
entre los ciudadanos del pueblo más pequeño, con tal alejamiento de
pretensiones sucesorias y de clases privilegiadas para el mando están
detalladas en la Carta que nadie, nadie podrá confundirlas sin pagar bien caro a
vuestra justa indignación. Últimamente, los manantiales de la ilustración y de la
prosperidad están abiertos; todos deben participar de los rayos de luz que
difundan los establecimientos científicos; a nadie es negada la comunicabilidad
del comercio, de la agricultura y de la industria; y el ingénito poder de rebelar sus
pensamientos, de trasmitirlos a la posteridad, de robustecer por medio de ellos el
espíritu público y de congratularse con la alabanza que merezcan, está
asegurado sobre bases tan sólidas, cuanto pura es la sustancia de donde
dimanan.
De vosotros depende, pues, el que sean fructuosas estas fuentes de felicidad;
que desde luego conseguiréis si repasáis asiduamente la tabla fundamental que
las consagra; si pesáis vuestros derechos al fiel exacto de las leyes; y si los
sostenéis con toda la dignidad de hombres libres, uniéndoos contra el sacrílego
que osare subvertirlos. Porque ¿cómo es posible, si vosotros no queréis, que un
miserable tirano, apoyado en unas cuantas bayonetas, os oprima. Importaría lo
mismo que la parte fuese mayor que el todo o que un soldado pudiese más que
un ejército. Pero, también son necesarias las costumbres; sin ellas es vago el
nombre de República y en lugar de la moderación, del valor de la observancia a
las leyes, del amor a las instituciones liberales y del puro y acendrado
patriotismo, dividirán vuestros corazones el espíritu de pretensión, la cobardía, la
inmoralidad, el servilismo y la indolencia aún al ver organizar la patria. Mucho
cuesta a un pueblo gobernarse por sí mismo; ardua es la senda por donde tenéis
que conduciros para llegar al término de vuestros deseos. Más, todo es fácil, si
os empeñáis en dar al mundo el ejemplo de que habiendo sido los últimos
pueblos de América en pronunciar su independencia, no lo sois en constituiros
establemente por vuestras virtudes; la dirección del genio de la América
consumará la grande obra de vuestra emancipación.
Si vosotros recogéis los frutos que ofrece este acto recompensadas están
sobreabundantemente las tareas del Congreso; bien sufridas las persecuciones
de vuestros Representantes y satisfechas todas sus aspiraciones.
El Dios de la verdad es testigo de estos votos.
Sala del Congreso, en Lima a 20 de noviembre de 1823.
Manuel Salazar y Baquíjano, Presidente.- Manuel Muelle, Diputado Secretario.-
Miguel Otero, Diputado Secretario.
148