Page 22 - Rumbo al Bicentenario Año 2. Nº 3 - Febrero 2019
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Francesco Petrozzi nació en la provincia constitucional del Callao el 13 de diciembre de 1961. Posterior-
mente, cuando se encontraba estudiando en la universidad, el tenor decide postular a una beca del
Gobierno alemán para instrucción musical en Europa. En Alemania, cursó estudios de canto y música
en la Musikhochschule de Würzburg con el maestro Hanno Blaschke y, posteriormente, en la Escuela
Superior de Canto de Madrid, con la soprano española Ana Higueras.
En 1996, después de un corto periodo como profesor de canto en la Universidad de Western Ontario
(Canadá), consiguió su primer contrato lírico en Alemania, y debutó en la ópera Aufstieg und Fall der
Stadt Mahagonny de Kurt Weill.
En 1997, debuta en el Aalto Theater (Alemania) con el papel de Rodolfo en la ópera de Puccini La
Bohéme. Así, ejerció una profesión que lo llevó a exhibirse ante públicos exigentes de Alemania, Canadá,
Estados Unidos, Nueva Zelanda y Japón.
Desde su debut, inició una carrera internacional en casas de ópera y salas de concierto de los cinco
continentes, tales como Opernhaus Zürich, Oper Frankfurt, Bayerische Staatsoper Múnich, Concertge-
bouw en Amsterdam, BunkaKaikan en Tokyo y Staatsoper de Praga, entre otros.
En el 2016, fue elegido congresista de la República por la ciudad de Lima, y, luego, fue designado presi-
dente de la Comisión de Cultura y Patrimonio Cultural en los períodos 2016-2017 y 2018-2019. A través
de dicho cargo, ha logrado impulsar diversas leyes históricas que están cambiando el panorama artísti-
co y cultural del Perú.
¿Qué perspectivas atribuye a la celebración de este acontecimiento?
La celebración del Bicentenario de la Independencia de nuestro país, si es que lo celebramos como tiene
que ser, es la certificación de que hemos tenido éxito como nación y de que no han pasado 200 años en
vano, y de que se han terminado taras virreinales, como la discriminación, la violencia, la explotación, la
falta de derechos para ciertos sectores de la población, y la desunión entre pueblos, razas y lenguas que
siempre caracterizaron los primeros años de la etapa republicana del Perú. Celebrar el Bicentenario no
solamente es el nombre. Celebrar el Bicentenario, para mí, significa no solo que nos hemos convertido
en una nación donde predomina la diversidad -la existencia de diferentes pueblos, etnias, lenguas,
credos, sexualidades, tendencias políticas-, sino también en una nación en la que la gente se quiera y se
respete por el solo hecho de ser eso: peruanos, la nación peruana.
¿Cómo extender la significancia de los 200 primeros años de nuestra Independencia?
Refle xiones sobre el Bicentenario
Transmitir el hecho del Bicentenario a los peruanos es una de las tareas más importantes que tiene el
Estado, el Gobierno y el conjunto de los poderes del Estado. Te explico por qué: porque a través de la
historia del país hemos experimentado traumas muy grandes. En efecto, el primer trauma que nos
agarró desunidos se produjo cuando se perdió la guerra del Pacífico. En ese entonces, el Perú no era
definitivamente una nación, era un virreinato con ganas de convertirse en una república, pero los veci-
nos del sur sí tenían claro qué cosa era lo que querían y a qué apuntaban. Perdimos esa guerra, ¡gran
trauma! Nadie se preocupó de unificar a la nación después de la derrota que ha marcado la historia del
Perú por cien años. ¿Por qué es importante que la gente esté concientizada para celebrar el Bicentena-
rio? Esto se justifica también porque tenemos otro trauma más reciente y terrible. Me refiero al trauma
del terrorismo, de la época de violencia como le llaman algunos. Sea como sea, independientemente de
cómo se los llame, ambos constituyen traumas y han generado un cisma en la población del Perú que,
hasta el día de hoy, en pleno siglo XXI, mantiene al país en peligro de dividirse.
La celebración del Bicentenario es una oportunidad de oro para entender que si bien tuvimos un conflic-
21 | to armado, un movimiento terrorista criminal que prácticamente desactivó al Estado peruano, también
se puede crear conciencia en la población de que con unión y dedicación lograremos superar este
trauma. Sin embargo, el problema radica en el hecho de que ninguno de los Gobiernos que se instalaron
después de esta etapa de violencia tuvo una política clara y acertada. Solamente hubo ataques de un