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Nueva Colección Documental de la Independencia del Perú
             Vida y obra de José Baquíjano y Carrillo
            con éstos, cuando los hubiese y fuesen asequibles, era forzoso escribirles car-
            tas valiéndose de terceros que las llevasen, y que las contestaciones corriesen
            del mismo modo; que con igual conducta se manejase con los veinte mil de
            Arequipa y al menos, con sus principales jefes y, últimamente, que practicase
            los correspondientes esfuerzos que se requieren para congregar, y tener a su
            disposición, seis mil indios. Es posible que una negociación tan vasta y ardua
            como ésta, sea capaz de emprenderla un solo cacique pusilánime y limitado,
            como por lo regular son los de su naturaleza. Permítase por un breve rato que
            éste fuese tan animoso que fuese capaz de un proyecto de esta clase. Por ven-
            tura, cabe en la imaginación, el que pudiese encubrirse, sin que hasta hoy se
            haya traslucido pasaje alguno de tan artificiosa maquinación?
                    Aún, aunque no entren en parte las dificultades que por todos respec-
            tos la imposibilitan, es tan sólida esta reflexión de no haberse notado hasta el
            presente pasaje, ni suceso que la indique que, por si sola, basta para reputarla
            por quimérica. Aquí es donde se verifica con propiedad que, cuando se presu-
            me mucho, nada se prueba. ¿Adoptaría un miserable cacique una operación
            de esta clase; inasequible por todas sus circunstancias, e impersuacible por
            las razones alegadas; es lo mismo que dar una plena y completa idea de que o
            estaba loco, si se considera que entró en la meditada conspiración con ánimo
            de coadyuvar por estos medios, o que en la realidad fué una mera jactancia,
            o aparencia que les quiso figurar a los demás congregados para descubrir su
            ánimo, o bien para burlarlos? Lo cierto es que, según los pasajes mismos que
            aparecen de los autos, no tuvo ni pudo tener ánimo serio y eficaz de intervenir
            en la sublevación y que la conversación, con el presbítero don Juan de Dios,
            fue dirigida a efecto de atemorizar para que no le persiguiesen, según expone
            el reo en su confesión. En suma, los mas de los correos en las suyas y el enun-
            ciado presbítero en su declaración, tratando del cacique, expresan el desprecio
            que hacían de sus propuestas; y todos convienen en que, él mismo, les significó
            el que no había fundamento en nada; a que se agrega la expresión que hace el co-
            rregidor de la ciudad del Cuzco, en el citado informe, sobre la ingenuidad de la
            confesión del cacique, relativa a no haber tenido gente alguna dispuesta; la que
            también confronta con la quietud y tranquilidad en que se hallaban los indios
            de la doctrina de Pisac, según testifica el mismo presbítero don Juan de Dios.
                    No hay duda que, en algunos delitos, por su atrocidad, se castiga el
            conato del mismo modo que la ejecución y que, el de lesa majestad se numera
            entre éstos; pero, es preciso notar qué sea conato en el estilo forense, y cuál



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