Page 204 - Vida y Obra de José Baquijano y Carrillo - Vol-1
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Volumen  1
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            conserva inclinación y deseo de lo justo y de lo bueno, y es muy fácil traerla
            en esta clase de acciones a lo más heroico. Sin rentas no hay erario, sin oficinas
            y recaudadores no habría cobranza de ella; y sin todo esto estaría el rey a la
            merced de sus vasallos, cuando lo contrario es lo justo y lo más racional.
                    Para dar otra prueba a su excelencia del espíritu de bondad disimu-
            lada y paciente con que lleva el mismo administrador de la aduana su cargo
            y para que también vea lo poco que se entiende aquí, por los del número de
            los más avisados, el servicio de esta oficina y las de su clase, incluyo a vuestra
            excelencia el documento número 5, que empieza con una carta atrevida que
            puso un Regidor de esta ciudad, un catedrático también en leyes, al mismo ad-
            ministrador que es justo se la haga leer vuestra excelencia; en sus expresiones
            no puede haber más ardor, dice: Que no se extraña que se sienta el público de
            su despacho, con otras mil desvergüenzas que conviene registrarse en su copia
            fiel y trasladándose vuestra excelencia a oir la contestación de Arrese, verá el
            paso juicioso, blando y suave con que le responde, enseñándole lo que ignora-
            ba y la indiscreta libertad con que le censura, por el modo con que despachó
            la guía que hizo el asunto de estos papeles.
                    Después de haber dado este paso de prudencia y blandura, el adminis-
            trador para sacar al abogado, doctor y catedrático de sus errores, me incluyó
            su carta y respuesta, siguiendo la propia moderación y presumo que, vistos
            por vuestra excelencia y quién sepa pintar lo que sufrimos, hallará muchos
            convencimientos del lamentable estado en que está aquí el servicio del rey. Yo
            reprendí al abogado, también con blandura, porque de lo contrario fuera todo
            perdido.
                    Si esto hacen, piensan y escriben los letrados, los instruidos o los que
            deben estar y no lo están, ¿qué esperamos señor de sus bocas sino blasfemias?
            Dios ilumine al rey y a vuestra excelencia para tomar los medios para acallar-
            los, y atraerlos a la línea de su veneración que es lo único que pido, pues esta
            carta no lleva otro fin, dejándome el corazón más herido de piedad y miseri-
            cordia que de enojo o venganza, porque le quiero tener muy separado de estos
            achaques, deseando sólo la enmienda de los que son causa de presentarle yo a
            vuestra excelencia unos retratos tan desagradables y feos de la doctrina que se
            da aquí a los inadvertidos, para que aborrezcan lo que sólo aborrecen y cen-
            suran por boca de estos fantasmas, a quienes creen maestros en lo absoluto; a
            que debo añadir que a uno y a otro abogado, los tienen en una alta estimación
            de sabios o eruditos.



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