Page 207 - Vida y Obra de José Baquijano y Carrillo - Vol-1
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Nueva Colección Documental de la Independencia del Perú
             Vida y obra de José Baquíjano y Carrillo
            nombró de Protector interino de indios, y a quién le señaló una cátedra de la
            Universidad, después de estar aquí su sucesor, poniéndole al decreto fecha
            anterior.
                    (Cap. 89).— Esta oración se dijo a un señor virrey en ocasión de ha-
            berse separado la Superintendencia de hacienda de la inspección de los virre-
            yes. Por tanto, era la cosa más inconexa y más disparatada celebrada por las
            providencias que había de dar en puntos de hacienda.
                    En nada se tropieza por tener ocasión de retratarme a mí o a otro (no
            obstante lo que se sienta en la nota cuarenta y cuatro) «en el orgulloso gabinete
            calculando con frialdad la miseria y desesperación del súbdito». Al Adminis-
            trador de aduana don Joaquín de Arrese «es un empleado infiel prevaricador
            de su destino»; porque había sido comerciante y apoderado del Consulado
            en el ajuste de cabezones. Al señor Ministro en el que malquista a los pueblos
            con su rey: en el Ministro que debe ser quitado como los de la China, cuando
            no ha acertado a darle gusto al pueblo. Y en todas las notas con que esto se
            ilustra ¿pero de qué autores? De Maquiavelo que no necesita recomendación;
            de Linguet que está preso en la Bastilla por calumniador de los reyes y del
            gobierno, de Reynaldo acusado y condenado actualmente en el Parlamento
            de París por los mismos delitos que Maquiavelo y que Linguet; de las Cartas
            Persianas, libro reputado por inspirador del ateísmo y malquistador de todas
            las soberanas potestades de Europa.
                    Se hace una pintura patética del comerciante que, al salir de los ho-
            rrores del oceáno, los reciben los juramentos de las oficinas de rentas. A los
            hacendados interesados en los cabezones; en el labrador que ve perdidos sus
            sudores en las manos de los ministros que cobran las contribuciones; y desa-
            creditados todos éstos con los castigos que se le preparan.
                    (Cap. 91).— Allí se aplaude la memoria del señor Guirior «cuyo nom-
            bre ha esculpido la América en los anales de la virtud», con lina nota al pie
            de otro badulaque que dice que los ejemplares de virtud deben adoptarse con
            ardor y citarse con aliento ¿qué significación tiene esto respecto de un virrey
            que acaba de dejar el mando con público desagrado del soberano? ¿De quién
            es esa falta de temor con que se deben citar los ejemplos de virtud? Al cerrar
            la oración recomienda el mérito de su héroe, diciendo que aquellos elogios
            se los tributa el corazón del hombre, «que allí no penetra ese imperioso yugo
            que oprimiendo con dureza sólo recibe el frío incienso del disgusto y la lisonja.
            Este abatido artífice acostumbrado a equivocar el sólido mérito con la engañosa



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