Page 266 - La Rebelión de Túpac Amaru II - Vol-6
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Volumen 6
Causas criminales seguidas contra los rebeldes
En la muerte de dicho don Antonio de Arriaga, además del crimen de
parricidio incurrió en el de alevosía, el cual se reduce a matar a otro hiriéndo-
lo por detrás con seguridad al indefenso, mostrándose en lo exterior amigo,
teniendo dañada la intensión, como lo resuelven las leyes 1 título 25; ley 10, tí-
tulo 26, libro 8 de las recopilaciones. La pena de este delito por las leyes 7 y 10,
título 23, libro 8 de las recopilaciones, es que al alevoso se le arrastre a la cola
de un caballo u otro animal por las vías públicas; se suspenda la horca y se le
confisquen la mitad de sus bienes, negándosele la apelación si la interpusiese,
como está determinado por la ley 16 título 23, partida 3.
El delito de lesa majestad que este inicuo reo tiene cometido se halla tan
plenamente justificado que no admite la más leve duda, pues lo persuaden con
evidencia los públicos y notorios :hechos de sublevar tan crecido número de in-
dios, mestizos y españoles, seduciéndolos y atrayéndolos a su devoción, ya con
la falsa suposición de superiores órdenes, ya con el estímulo de libertarlos de
opresión, repartimientos de corregidores, obenciones de curas y contribuciones
de derechos, para cuyo efecto mandó promulgar bandos y fijar cedulones en va-
rias provincias y ciudades, conminándolos para el seguro de reducirlos con pe-
nas de horca y otras varias como se ve en los originales y en algunas copias que
se hallan en los autos desde fojas 99 hasta fojas 107, los que tiene reconocidos y
confesados, además de varias órdenes y comisiones que dió a sus confidentes y
capitanes, que se encuentran desde fojas 108 hasta fojas 113. Igualmente tiene
reconocidas y confesadas con otros papeles coadyuvantes a este intento, todo
dirigido a sacudirse del suave yugo y benigna dominación de nuestro piadoso
católico monarca y señor natural, levantando armas en su oposición.
Prueba incontestable de esto son varios lamentables sucesos. El prime-
ro acaecido en el pueblo de Sangarará, en donde sorprendió a don Fernando
de Cabrera, corregidor de la provincia de Quispicanchi, y a la tropa que pudo
alistar en su provincia, junto con la auxiliar de la que esta ciudad le dió para
contener y apaciguar la rebelión en su origen, que habiéndose incautamen-
te alojado en la iglesia, lo sitiaron en ella e incendiándola hicieron padecer
cruelísima muerte según cómputo prudente a más de ochocientas personas,
unas consumidas de las voraces llamas, y otras que huyendo de ellas salieron
a palos y lanzadas entre los cuales perecieron varios europeos y sujetos de
carácter y aunque este hecho no consta individualmente de los autos, esta no-
torio en casi todo el reino, que sin dolor no se hace memoria de el.
El segundo, la desolación que los comisionados del traidor hicieron en
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