Page 707 - La Revelión de Tupac Amaru II - Vol. III
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Nueva Colección Documental de la Independencia del Perú
             La rebelión de Túpac Amaru II
            del Suyo a toda carrera dando una furiosa gritería. Yo reforzé inmediatamente
            la guardia de la montaña referida con cuarenta fusileros sobre los que estable-
            cí de fija dotación en ella desde mi arribo a aquel campo, los que consiguieron
            con la buena dirección de su fuego que retrocediesen inmediatamente y que
            los que conducían el cañón rodasen a una profunda cañada, de la que pudie-
            ron sacarle; en el mismo instante, dispuso el comandante de la expresada
            guardia que se adelantase una partida de veinte hombres a flanquear la escolta
            enemiga que conducía otro cañón para ofenderme de frente, consiguiendo
            con su fuego vivo dominante, que no pudiesen colocarlo en el sitio que habían
            proyectado; y yo desde mi campo hice un fuego tan acertado sobre los que
            intentaban llevarse las mulas, que hubieron de huir precipitados dejando el
            terreno que pisaron sembrado de cadáveres, sin que los míos hubiesen tenido
            otras desgracias que las que explica la adjunta relación. La Compañía del Ca-
            llao y la de Granaderos de Pardos libres de Lima, por una orden que equivo-
            cadamente creyeron mía, en un instante que atendí a otros asuntos, reparé al
            volver al puesto en que los había dejado, que a carrera abierta marchaban al
            campo del enemigo con el designio, según averigue después, de apoderarse
            del cañón con que proyectaron ofenderme de frente, al tiempo que los que
            condujeron forcejeaban para moverle y retirarle; pero yo les envié inmediata-
            mente dos ayudantes con expresa y ejecutiva orden de que volviesen a su
            puesto como lo ejecutaron, porque recelé que pudiesen cortarlos a vista de lo
            que se iban alejando, con lo que finalizó la acción de este día. El siguiente que
            fue veinte y uno, no ocurrió otra novedad que la de habernos hecho algún
            fuego de cañón y de fusil al que correspondí con los míos. A las siete de la
            misma noche oí que un centinela de mi avanzada repetía el quién vive con
            mucho esfuerzo y que le respondían con una voz cansada y trémula; acudí en
            el instante, hallando ya allí al vigilante mayor general y entendí distintamente
            que el que venía subiendo a mi campo decía: No me tiren por Dios que soy un
            fiel vasallo del Rey, que traigo una noticia importante; y yo mandando poner
            la guardia sobre las armas, le dije: Suba vuestra merced con seguridad, y lle-
            gando se puso a mis pies diciéndome: He servido algún tiempo al rebelde
            Tupa Amaro forzado de sus crueldades como haré constar; pero habiendo
            visto que se prepara esta noche contra vuestra merced y su tropa un teatro tan
            lastimoso y desgraciado como el de Sangarará, he desertado exponiendo mi
            vida para advertir a vuestra merced que a las diez de esta noche o al amanecer
            intenta sorprenderle con diez mil hombres encamisados, a los que quiere dar



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