Page 674 - La Revelión de Tupac Amaru II - Vol. III
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Volumen  3
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            Tungasuca Don Antonio de Arriaga, Corregidor de Tinta, de orden del citado
            rebelde. Esta la confirmó Don Bernardo Licacagua, Cacique del Pueblo de Uma-
            chiri, que arribó al de Lampa al segundo día, presentando a su corregidor una
            carta del insurgente, en que le manda poner preso al dicho corregidor y que em-
            bargándole los bienes esperase su venida: A esta orden acompañaban unos edictos
            convocatorios de la sublevación iniciada por el traidor, para que publicados se le
            subordinasen aquellos pueblos. El dicho corregidor Oré resolvió al parecer opo-
            nerse a las interpresas del rebelde y para congregar un cuerpo de tropa respetable,
            exhortó a los de Azángaro, Carabaya Puno y Chucuito, para que aprontasen sus
            milicias; y ordenó a los oficiales de su comando lo mismo y emplear estas fuerzas
            en el castigo del levantado, acatándolo en su mismo pueblo de Tungasuca; pero
            habiendo sabido el desgraciado término de la expedición de Sangarará, comenzó
            a temer y extendió la diligencia al Corregidor de Arequipa, pidiéndole también
            socorro, aunque éste nunca lo prestó. En efecto los citados auxiliares internaron a
            Lampa con copia de gente, armas y disposición de actuarse en la defensa con todo
            el esfuerzo necesario.— Mi hermano y yo empeñados en señalarnos en el real
            servicio, ofrecimos levantar a nuestra costa una compañía, pagándola a cuatro
            reales diarios al soldado, además de todas las municiones necesarias y a fin de
            equiparla de armas, hicimos traer de Arequipa treinta escopetas más, únicas que
            se encontraron a comprar sin reparar en el precio, entregamos al dicho Corregidor
            diez arrobas de pólvora, quedándonos con porción suficiente para proveer la pro-
            yectada compañía y continuamos labrando más con dos artesanos y siete arrobas
            de fierro, del que se hicieron lanzas. Don Martín de Zugasti y Foronda, Cura de la
            Doctrina de Lampa, con el mayor esfuerzo que le dictó su lealtad, ofreció a aquel
            corregidor el servicio de mantener quinientos hombres durante la expedición y de
            pronto sufragó mil y quinientos pesos. para las primeras pagas, acopiando todos
            los víveres necesarios para la subsistencia de esta tropa, porción de plomo para
            balas y manteniendo a todos los españoles que se congregaban en su pueblo y que
            no tenían todavía señalamiento de sueldo: Por medio de sus ayudantes exhortaba
            a su feligresía a la lealtad y amor con que debían defender la causa de nuestro so-
            berano y resistir las frenéticas conmociones del traidor. Don Manuel Montenegro,
            Cura Coadjutor de Ayaviri, no sólo cumplía con su Ministerio en iguales exhorta-
            ciones, sino que combinándolo con el de un exacto militar, formó una trinchera
            en la plaza de su pueblo, poniéndolo defensable contra las incursiones del enemi-
            go y a cubierto la tropa de Carabaya con su Corregidor Don Miguel de Urbiola,
            quien había escapado de las insidias del tirano, por viso del mayordomo de



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