Page 649 - La Revelión de Tupac Amaru II - Vol. III
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Nueva Colección Documental de la Independencia del Perú
La rebelión de Túpac Amaru II
pasaron a la pampa las compañías de nobles y caballería y pegaron fuego a la
ranchería, quedando enteramente arrasada la de los indios forasteros, cuyo
castigo servirá de ejemplar para lo sucesivo. El 17 por la tarde fueron ahorca-
dos seis indios, entre ellos un mestizo de los rebeldes, todos convictos por su
propia confesión y por las heridas de balas que todos tenían. Esta justicia tan
oportuna que se hizo en la plaza mayor, que se hallaba toda guarnecida de los
regimientos de infantería y sus calles llenas con los de caballería, causó a la no-
bleza de la ciudad, al estado eclesiástico regular y secular de uno y otro sexo,
el mayor consuelo y alborozo, como que en ellas veían aseguradas sus vidas,
honor y capitales, ponderando todos la grande insolencia y atrevimiento de
los indios en unas circunstancias que sabían que la nobleza y milicias estaban
en precaución, y dispuestos a la defensa. Lo cierto es, que si por desgracia de
esta ciudad o altos juicios de Dios no son vencidos los indios, perece todo el
noble vecindario y son saqueadas sus casas y aun, quien sabe, los monasterios;
pues seguramente los mestizos, cholos y zambos del centro de la ciudad, sus
arrabales y campo que forman los regimientos, se unen con ellos y dejan en
el empeño a toda la oficialidad, y quizá sin esperanza acaban allí mismo con
todos ellos. Dios ha querido por su grande misericordia libertar a Arequipa de
tan gran miseria y trabajo.
Aquella noche de 17 se procuró asegurar la ciudad con los dos regi-
mientos, y lo mismo se hizo en las siguientes del 18 y 19. En este último día
se levantó en la ciudad una voz general, sin poder averiguar absolutamente su
origen, de que saliesen de ella el administrador Panda que estaba oculto y el
oficial mayor Torre, que se hallaba enfermo en San Juan de Dios de su herida
en la cara, amenazando al corregidor de asesinarle, pues también decían que
él los consentía y ocultaba hasta esperar las resultas de Lima.
En circunstancias tan críticas, y que, como ya se ha dicho, la misma
tropa ofrecía las mayores desconfianzas, procuró el Señor Corregidor satisfa-
cer al pueblo, solicitando y requiriendo a Pando para que saliese de la ciudad,
lo que con efecto verificó aquella noche, marchando para la villa de Moque-
gua, y aún así no quedó satisfecho el populacho hasta que después se supo con
certeza que había sido encontrado en el camino. Restaba que saliese Torre,
cuya enfermedad contenía al corregidor para despacharle por un efecto de
caridad; pero advirtiendo que el pueblo lo pedía sin embargo de esto, tomó la
resolución el 22, después de consultar sobre la situación con cirujanos, los que
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