Page 548 - La Revelión de Tupac Amaru II - Vol. III
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Volumen  3
                                                                         Inicio de la rebelión
            Don Pedro de la Ballina, coronel que dice ser de esa provincia, y haberse ha-
            llado preso en la casa del traidor Tupa Amaro, el artificio con que pudo salvar
            su persona y el haber comprendido los designios de este tirano; y serlo, entre
            ellos, el de que se quite la vida a los corregidores y chapetones, y haber en su
            presencia, hecho propios a su provincia, a la de Lampa, a esta ciudad y a otras
            varias, enviando autos y comisiones para que prendiesen a los corregidores y
            chapetones que hubiesen en ella. En cuya inteligencia debo a usted hacer pre-
            sente, que se me ha pedido el propio auxilio por el señor Corregidor de la
            provincia de Lampa y por el señor Gobernador del Asiento de Cailloma y los
            Oficiales reales de su real caja; con el destino, los últimos, de asegurar los rea-
            les intereses y caudal que existen en ella. Y teniendo yo a la vista, varias difi-
            cultades para la impartición de pronto auxilio, me he hallado en la situación
            (para mi, bien sensible) de no poder ministrarlo en aquellos términos que se
            me ha pedido. Y solo sí, despachado al de Lampa treinta fusiles y mil cartu-
            chos con doscientas piedras de chispa y ocho hombres conductores, que po-
            drán ser empleados en cualquier destino. Y otros tantos fusiles con quinientos
            cartuchos al de Cailloma y sus Oficiales reales, con cuatro granaderos y un
            cabo sin que me hubiese sido facultativo, ni estado en mi mano el poder des-
            pachar tropa alguna. Lo primero, porque las milicias de esta ciudad se compo-
            nen en substancia, por lo menos en su mayor parte, de hombres rudales, nada
            expertos en manejo de armas. Lo segundo, porque tampoco tienen tales ar-
            mas, y en especial los de caballería, que absolutamente carecen de ellas; cual lo
            tengo hecho ver en la revista de inspección, que por mí fue practicada. De
            manera, que aún los de infantería tienen muy poco número•de ellas, y las del
            Rey son también escasas; y de éstas se han hecho las dos remiciones que van
            referidas. Lo tercero, porque en la Real Caja de esta ciudad se hallan más de
            trescientos mil pesos pertenecientes a Su Majestad, inclusos algunos de Tem-
            poralidades, los que es menester guardar, precaviendo cualquier irrupciones
            que pudieran acontecer. Y más, cuando nos hallamos con la memoria muy
            reciente del asalto que padeció la casa de la Real Aduana, de la que se llevaron
            cuanto dinero y bienes existían en ella; y en cuya facultad fui también yo en-
            vuelto en la noche del siguiente día, en que saquearon la casa de mi habita-
            ción, incendiando aun las piezas de vivienda, que fueron combustibles, sin
            que comprehendiese toda ella el incendio, por ser de cal y canto. Lo cuarto,
            porque cual es ya notorio, no sólo en esta ciudad, sino en todo el reino y aún
            en mayores distancias, fue grande el tumultuario alboroto que en ella padecimos a



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