Page 544 - La Revelión de Tupac Amaru II - Vol. III
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Volumen 3
Inicio de la rebelión
A usted señor Don Baltazar Sematnat, Corregidor de Arequipa, como coronel
que soy del regimiento de infanteria española de esta provincia de Azángaro,
de parte de Su Majestad, exorto y requiero y de la mía le ruego y encargo como
fiel vasallo, que luego incontinenti que reciba ésta sin pérdida de tiempo envíe
a esta provincia cuantos soldados hubiese en esa de su cargo, con sus corres-
pondientes jefes, para que incorporados con los de mi regimiento podamos,
con la más posible brevedad, ir en seguimiento de este indio alzado y no darle
lugar a que pueda rehacerse y auxiliarse de algunas otras provincias, y de lo
contrario le hago a usted responsable de todos y cualesquiera perjuicios que
se siguiesen a la real corona de nuestro católico monarca.— Nuestro Señor
guarde a usted muchos años. Azángaro y noviembre veinte de mil setecientos
ochenta.— Beso la mano de usted su mayor servidor.— Pedro de la Ballina.—
Señor General Don Baltazar Sematnat.
(Al margen: Copia).
Señor Justicia Mayor Don Bartolomé Gómez Andión.— Muy señor
mío: Llegué a ésta de usted, a las ocho o nueve de la noche, y me hallé con la
novedad de que un cuñado del Traidor, llamado Berdejo, estaba juntando con
mucha fuerza gente en Pichigua y Yauri, para que bajen todos a Tungasuca;
hice gente y pasé a prender y no lo logré la presa, porque los mozos se dejaron
quitar en Pichigua, donde habían alcanzado, mientras yo estaba buscando re-
muda. En estas andanzas tuve noticia de un mozo, llamado Leandro Zapata,
que había desertado de donde el Traidor, de que en Sangarara había dego-
llado doscientos hombres que salieron a dar guerra de la ciudad del Cuzco
al traidor. Entre ellos murieron de los conocidos: Don Tiburcio Landa, Don
Antonio Escajadillo y Don Martín de Michelena; y como que, encontraron en
la iglesia de ella amparados, acosaron, según cuenta, más de cuatro mil indios,
quienes pegaron fuego a la iglesia y con el ahogo, dice, salieron como pudie-
ron a la turba de indios, que a garrotazos acabaron con ellos. El traidor retro-
cedió a Tungasuca, reparando que no tenía gente suficiente para el asalto de la
ciudad del Cuzco, y está, como digo, juntando gente con amenazas extraordi-
narias. Vea usted, en el aprieto que nos hallamos en estos lugares por falta de
auxilio, de que repetidas veces le molesté a usted, por ser en servicio y defensa
de la corona de nuestro Rey y señor. Que ganados estos tres pueblos, con ellos
mismos despojará a esa Caja Real por falta de auxilio; por lo que repito enca-
recidamente, que en vista de ésta, haga usted marchar la gente que hubiese en
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