Page 478 - La Revelión de Tupac Amaru II - Vol. III
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Volumen  3
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            pasase a atacar al enemigo con aquellas precauciones que dicta la prudencia
            en resguardo de la tropa y seguridad de la empresa. Con noticia de que las
            fuerzas del Rebelde se iban por instantes aumentando, resolvió la Junta refor-
            zar las que llevaba dicho Corregidor, despachándole los socorros de dinero,
            munición y hasta cuatrocientos hombres que se juntaron en las provincias de
            Calca, Paucartambo, Paruro y Urubamha, fuera de una compañía de nobles
            que se alistaron en esta ciudad; ordenándole a dicho Corregidor, por repetidos
            oficios, se detuviese y no diese paso adelante hasta reunirse con este socorro;
            pero el ardor con que iba y la vana confianza de rendirle al Rebelde con la tropa
            de su cargo, sin obediencia a lo que se le tenía ordenado con apresurada mar-
            cha se puso en el pueblo de Sangarara donde se hallaba el traidor Tupa Amaro;
            quien el día diez y ocho lo sorprendió a las cinco de la mañana, con cerca de
            veinte mil indios armados de hondas y garrotes y más de trescientos mestizos
            con armas blancas y de fuego, puesto en defensa; aunque desordenada duró
            el combate hasta el mediodía que habiendo incendiado la iglesia, en donde
            por último efugio se retiraron los nuestros, se arrojaron al campo enemigo
            en donde perecieron.— Este infeliz suceso no sólo ha insolentado al rebelde
            sino que, aumentándole las fuerzas con nuestras armas de que se apoderó, ha
            debilitado las de esta ciudad; infundiendo pusilanimidad en la plebe y demás
            vulgo; por lo que se teme funestas resultas. No hay aquí armas y las pocas que
            se han juntado de fuego no se saben manejar, y la mayor parte de ellas han de
            estar precisamente en manos de personas con quienes no se puede contar. Los
            indios y vulgo es gente que en cualquiera ataque será contra nosotros mientras
            reconozcan debilidad en nuestras fuerzas. La desidia y repugnancia con que
            se presentan al trabajo; sin embargo de que se les paga, son señales poco equí-
            vocas en que se funda este concepto, que lo persuade arreglado la experiencia
            de la facilidad con que todos ellos en Tinta y pueblos altos de Quispicanche
            han seguido al rebelde. Pero, sin embargo del desconsuelo con que estos co-
            nocimientos oprimen, la Junta de Guerra sin pérdida de momentos ha dado
            aquellas posibles, oportunas providencias de estacadas, trincheras dentro de
            la plaza, provisión de rejones, víveres y bandos para poner a cubierto esta ciu-
            dad, a causa de temerse una conmoción general por los partidos de libertad
            con que el alzado ha seducido y traído a su devoción un crecidísimo número
            de gentes de diversas provincias y que su principal proyecto es el ganar esta
            ciudad y fortalecerse en ella. El eminente riesgo que la amenaza y las fatales
            consecuencias que pueden resultar, ha compelido a la Junta a destinar a uno



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