Page 346 - La Revelión de Tupac Amaru II - Vol. III
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Volumen  3
                                                                         Inicio de la rebelión
            por largo tiempo exponiendo todo lo que ocurría en pro y en contra del expe-
            diente. Y el Promotor Fiscal produjo las reflexiones siguientes.— Que debían
            hacerse cargo los señores de la dicha Junta de la ineficacia e inutilidad de la
            legacía de los sacerdotes, porque era público y notorio, que el Cura de la Doc-
            trina de Pampamarca Doctor Don Antonio López de Sosa, de cuya jurisdic-
            ción es el pueblo de Tungasuca, donde es Cacique Tupa Amaro, era su compa-
            dre, su gran benefactor, su protector y como un padre adoptivo suyo; y por
            tanto el cacique le profesa la mas rendida obediencia y sumisión a sus órdenes:
            Este Párroco es un eclesiástico de loables virtudes, juicio y suficiente literatu-
            ra, prendas que nos necesitan a creer, que lejos de mirar con indiferencia o
            mas propiamente hablando con indolencia, la atrocidad ejecutada por el caci-
            que en el corregidor, sino que por el contrario interpondría sus exhortaciones,
            ruegos y acaso las mas vivas demostraciones de su compasión, para desistirlo
            de su criminal intento y cuando su interposición, no fue bastante para conte-
            nerlo, se debe considerar infructuosa la intervención de cualesquiera otros
            sacerdotes: Que desde luego es regular concebir al cacique hombre religioso y
            venerador del estado eclesiástico, pues se tienen sólidas pruebas del respeto y
            acatamiento con que atiende a los sacerdotes, pero que al mismo tiempo es
            menester se tenga presente que los legados no van a tratar con un hombre que
            no reconoce superior, ni teme el castigo de su delito (como sucedió con los
            Príncipes a quienes por medio de sus exhortaciones contuvieron los sacerdo-
            tes del antiguo y nuevo testamento, en los ejemplares que propusieron los se-
            ñores de la Junta) sino, con un hombre, que a pesar de su orgullo, todavía se
            reconoce por su Rey y Señor Católico Monarca de España (que Dios guarde)
            y debe temer el severo castigo correspondiente a su execrable éxito; y por tan-
            to la legacía de estos sacerdotes, para qué sea eficaz y fructuosa, necesita de ser
            acompañada de una promesa seria del perdón, siendo sumamente arduo y
            difícil, que el cacique en el estado de su obstinación, rebeldía, solamente pene-
            trado del temor de Dios, que le inspiran los sacerdotes, se reduzca a la obe-
            diencia y que el amor propio de la vida, no le haga preferir el partido de con-
            tinuar en su propósito al de exponer su vida al patíbulo; que los sacerdotes
            emisarios o legados, no procederían fielmente, si la promesa del perdón no
            fuese bastantemente segura y afianzada; y para esto era preciso que los señores
            jueces y Junta de Guerra, viesen si tenían jurisdicción para otorgar el perdón
            y que aún supuesta su potestad para el efecto, aún no sería fácil hacerle creer,
            que la primera sería infalible: Que no obstante de que los Señores Don José



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