Page 727 - La Rebelión de Tupac Amaru Vol 1
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Nueva Colección Documental de la Independencia del Perú
La rebelión de Túpac Amaru II
humilde; ya se había perdido la tradicion del motivo de mis cadenas, y hasta
las instituciones casi todas se hallaban alteradas por la accion del tiempo y la
distinta succesion de monarcas, y solo yo era conservado sin libertad para su
recreo. Este ejemplo de la ferocidad de los reyes habría quedado oculto entre
tantos que el peso de su poder sofoca, si la conflagración universal con que la
humanidad hace temblar sus tronos, no hubiera disminuído el poder del que
actualmente reina en España. A este movimiento de la naturaleza debo una
libertad, que jamás hubiera adquirido de otra manera; a los hombres que ani-
man esta nueva marcha del mundo mi gratitud y los más vivos deseos porque
terminen la obra de las luces; y a todos, la historia de mis sufrimientos.
La debilidad de mis órganos no me permitirá hacerla interesante ni
por la belleza de imágenes, ni por la reminiscencia de lo más interesante; pero
no creo que sea indiferente mi asunto cuando todo el mundo se conmueve
contra los tiranos. En una serie de cuarenta años de opresión, cualesquiera
que sean los recuerdos de mi sensibilidad y memoria, formarán, creo, un cua-
dro bien singular de la ferocidad española.
La provincia del Cuzco, antigua capital del Imperio de los Incas, gemía
desde el tiempo de la conquista bajo del yugo tan duro como impuesto por la
mortandad de 14 millones de indios, y por la acción de los horrores espanto-
sos que refiere diminutamente la historia de aquellos tiempos. Los naturales
en el año de 80 se hallaban (actualmente están) reducidos a una esclavitud
semejante y aun peor que la de los ilotas y de los mismos africanos de quienes
son frecuentemente maltratados; pagaban un tributo personal muy superior al
producto de su trabajo; disminuían, para llenarlo, su alimento hasta un punto
increíble; explotaban las minas llenos de hambre y miserias, y dos tercios de
los que forzosamente eran destinados cada dos años, y que ascienden a 6 ó 7
mil indios, perecían víctimas de la dureza de sus ocupaciones. Sus jueces, re-
gularmente españoles bárbaros y llenos de codicia, tenían la arbitrariedad que
daba la distancia de la Metrópoli, la inutilidad del código español, la inmora-
lidad, la ignorancia, y el deseo de hacer riquezas por las vías de la autoridad,
que era el principal móvil de todas sus acciones. Todos los recursos que la
asociación, la mas imperfecta tiene para los oprimidos, se hallaban cerrados
a los indios; reinaba una colución secreta y bien observada bajo la garantía
del oro y la plata entre los magistrados de América, y la Corte Española, que
no dejaba al indio más apelación que la de un sufrimiento preternatural, o las
tentativas de un sacudimiento.
Nunca se expresarán, sino diminutamente, los motivos que hacían esta
disposición nacional, y que se añadían diariamente al odio tradicionalmente
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